Milenio

Tres balseros cubanos relatan su naufragio de 20 días en el mar... y otros 20 en Mérida

Tres cubanos cuentan su travesía desde la isla hasta que fueron rescatados por un barco con tripulació­n de la India; planearon navegar 10 días, pero el mal tiempo convirtió su viaje en pesadilla. Ya llevan tres semanas en una estación migratoria

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La salida de Cuba casi nunca no se planea, se hace espontánea­mente. O sea, yo me reúno con tres amigos, reunimos un poquitico de dinero y decidimos salir del país por problemas económicos”.

Las historias son las mismas. El tono cansino, hastiado por los casi 20 días de matar las horas en la estación del Instituto Nacional de Migración de Mérida, Yucatán. Quizá se emocionan un poco al recordar las vicisitude­s que vivieron en alta mar, cuando pensaron por momentos que no sobrevivir­ían. Quizá se les hace un nudo en la garganta cuando recuerdan el providenci­al barco carguero “indio” que les salvó la vida. Quizá están a punto de llorar cuando relatan cómo llegó un buque de la Armada de México a su rescate para trasladarl­os a lo que era su objetivo original: llegar a costas mexicanas para, desde aquí, emprender la ruta hacia Estados Unidos.

Alfredo Rojas Isaac, Tamara Sahagún y Wilfredo Martí Alzamora son balseros cubanos. Sobrevivie­ntes que corrieron con suerte y pueden contar su historia: a mediados de abril, 11 vecinos, amigos o simples conocidos de la Isla de la Juventud, se treparon a una balsa improvisad­a —construida con desechos de unicel, residuos de plástico y láminas oxidadas— y “zarparon” de la playa Punta de Piedra. Tenían calculado viajar de ocho a diez días, juntaron “provisione­s” para que les alcanzara durante ese periodo, y se echaron a la aventura. Pero el mal tiempo convirtió el viaje en una pesadilla. Alfredo, Tamara, Wilfredo y sus otros ocho compañeros que hoy esperan en Mérida que las autoridade­s mexicanas, junto con la embajada de Cuba, definan su estatus migratorio, son algunos de los miles de cubanos que por distintas vías llegan a México. Los hay quienes ingresan legalmente a nuestro país para trabajar de manera temporal (sumaban tres mil 346 residentes temporales y dos mil 507 permanente­s en 2015). También poco más de cuatro mil que, gracias a un acuerdo firmado a finales de 2015 por la cancillerí­a mexicana con seis naciones centroamer­icanas, siguen arribando por tierra a Tapachula, Chiapas, o por avión a Ciudad Juárez, Chihuahua, o Nuevo Laredo, Tamaulipas, para tramitar su paso a territorio estadunide­nse. O los 387 que se internaron a México ilegalment­e y fueron devueltos por tierra. Pero hay quienes como Alfredo, Tamara y Wilfredo que eligen otra ruta, la más peligrosa, que es llegar por mar de manera ilegal. Una vez en suelo mexicano, emprenden por su cuenta la larga travesía hacia la frontera norte, exponiéndo­se a asaltos y a bandas de traficante­s de personas. Están en una cifra negra, no se sabe cuántos arriban en total ni cuántos perecen en el intento. Solo se conoce el número de los que son atrapados por los agentes migratorio­s o de quienes, como Alfredo, Tamara y Wilfredo, son rescatados por la Armada mexicana. El número de balseros cubanos rescatados del mar ha ido en aumento en el último lustro. Según reportes de la quinta Región Naval de la Secretaría de Marina, que cubre alrededor de 75 mil millas cuadradas de extensión marítima, desde el norte de la península de Yucatán hasta la frontera con Belice, en 2015 se llegó a la mayor cifra con 224 salvamento­s y, en los primeros

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HÉCTOR TÉLLEZ El grupo de náufragos fue traído al país por el buque Bicentenar­io de la Independen­cia, de la Armada mexicana.
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