Cañas de pescar para las supervivientes
Todas son diferentes y deben recibir apoyo según sus talentos y necesidades. A esto nos referimos cuando planteamos que cada víctima de trata debe elegir su proyecto de vida, que cada una debe reclamar, a su manera, su lugar en el mundo
Podríamos llamarlo un mapa. O una brújula. Pero lo hemos denominado “el libro de los sueños”, porque ellas son como hojas en blanco. No importa cuánto se estruje un pedazo de papel y qué tan visibles sean los pliegues después de esa violencia, cuando las hojas se dejan reposar, ese papel siempre puede volver a su forma original y ser útil para escribir una nueva historia.
Por eso, cuando las sobrevivientes de trata comienzan a transformarse en supervivientes y sus primeras heridas cierran con ayuda del tiempo y cuidados, las impulsamos a pensar en sí mismas como hojas en blanco que engrosarán un “libro de los sueños” donde diseñarán un rumbo para sus vidas. Un libreto que nos dirá cómo apoyarlas para que cada una, a su manera, reclame su lugar en el mundo.
Es decir, nuestra meta en cuanto a reintegración social debe ser que no solo superen con valor el pasado de esclavitud, sino que también puedan construirse un futuro digno y feliz.
Estamos convencidos de la sabiduría detrás del viejo proverbio chino que dice “Dale un pez a un hombre y comerá hoy. Dale una caña y enséñale a pescar, y comerá el resto de su vida”. Por eso queremos que cada víctima tenga su propia caña de pescar, ya sea estudiando una carrera universitaria o emprendiendo un negocio.
El pasado 4 de agosto vivimos uno de los días más importantes de esta lucha, pues Karla y Denisse recibieron sus cañas de pescar.
En el caso de Karla, su historia comenzó en enero de 2011, cuando, durante las fiestas patronales de Tepetlixpa, ella y su prima Alma, que entonces tenían 14 años de edad, fueron narcotizadas por traileros. Éstos las vendieron a una madrota en Santiago Acozac, quien las explotó sexualmente en diferentes giros negros de Puebla.
Por cuatro meses vivieron una violencia exacerbada, fueron forzadas a consumir alcohol y drogas; además, presenciaron dos asesinatos. En varias ocasiones las primas suplicaron ayuda a los trabajadores de estos establecimientos, pero nadie tuvo empatía hacia ellas.
La primera vez que Karla escapó, pidió auxilio a unos policías que encontró a unas cuantas calles. Ellos la subieron a la patrulla y la regresaron con sus tratantes. Pero la menor no desistió. Dos semanas después lo intentó de nuevo. Esta vez una buena persona le creyó, la subió a su camioneta y la acercó a su pueblo.
Sus padres la recibieron con amor. Ella les contó todo con la esperanza de que pudieran rescatar a su prima. Su denuncia en la Procuraduría de Justicia del Estado de México se tradujo en un operativo en el que Alma también fue liberada y sus victimarios detenidos.
Sin embargo, los problemas no terminaron. Las primas fueron rechazadas en su pueblo, las expulsaron de su escuela por ser “mala influencia” y la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas les falló una y otra vez. Algunos de sus victimarios incluso fueron liberados.
Cuando nos conocimos estaban destrozadas. Una había intentado quitarse la vida y la otra había caído en las drogas. El daño emocional y psicológico provocado por la experiencia traumática de la trata había empeorado por la revictimización a la que las sometieron autoridades y sociedad.
Les prometimos que nosotros no les daríamos la espalda, que no las abandonaríamos y que lucharíamos porque se respetaran sus derechos. Nos alegra decir que esta promesa empezó a cristalizarse hace unos días.
Este 4 de agosto, en Cuautitlán Izcalli, el gobernador Eruviel Ávila hizo entrega de dos concesiones de taxi a Karla y a Denisse, otra superviviente. En ese mismo acto, empresarios sensibles les entregaron dos autos Tiida 2017.
El esposo de Karla trabaja como taxista, pero el vehículo que usa es rentado. Así que ella decidió que la mejor caña de pescar era conseguir un coche propio con el que iniciar una flotilla de taxis. Asegurando este ingreso, se ha comprometido a estudiar, además de continuar con su terapia psicológica.
Por otra parte, aún queda pendiente la promesa de ayudar a Alma para que abra su negocio de comida. Todas son diferentes y deben recibir apoyo según sus talentos y necesidades. A esto nos referimos cuando planteamos que cada víctima debe elegir su proyecto de vida, que cada una debe reclamar, a su manera, su lugar en el mundo.
Ahora bien, agradecemos y admiramos la generosidad de los empresarios que donaron las unidades. Uno de ellos es un hombre exitoso cuyo primer negocio fue justamente una flotilla de taxis. Él se ha comprometido a ayudar a Karla asesorándola para que en un futuro también sea una empresaria exitosa.
Todos deberíamos estar dispuestos a entregarnos de esa forma. Más allá del recurso económico que podamos donar, todos estamos en la posibilidad de compartir nuestros conocimientos, experiencia o compañía. Estos actos por más pequeños que parezcan pueden hacer la diferencia en construir o incrementar la resiliencia de aquellos que han sido vulnerados.
La resiliencia es la capacidad humana de prevenir, minimizar y luchar contra los impactos dañinos de un desastre. Las personas con alta resiliencia superan con éxito situaciones de gran dolor e incluso salen fortalecidas de estas experiencias. E. H. Grothberg considera que hay tres factores que determinan el nivel de resiliencia: el apoyo externo, la fuerza interior y las capacidades interpersonales.
El apoyo externo puede venir de familiares, amigos u otros seres queridos que permitan a las víctimas decir: “Yo tengo alguien en quien confiar, una familia que me ama, un modelo a seguir”. La fuerza interior se traduce en la capacidad de decir: “Yo soy amado, confiado, independiente y optimista”. Por último, las capacidades interpersonales implican tanto que los individuos puedan comunicar sus necesidades como que tengan los medios para desarrollar sus potenciales y para incidir en el entorno en el que viven. Las personas resilientes dicen: “Yo puedo expresarme, pedir ayuda, resolver este problema”.
Yunita Sari, psicóloga de Indonesia, ha realizado estudios sobre la resiliencia en las víctimas de trata de su país. La académica ha encontrado lo mismo que en México algunas organizaciones civiles hemos aprendido en el día a día de nuestra labor: las víctimas no están desahuciadas, si reciben el apoyo suficiente pueden rehacer sus vidas.
Karla y Denisse pueden decir “Yo tengo una familia que me ama y amigos de la sociedad civil que creen en mí”, pueden decir “Yo soy admirable, fuerte y única” y ahora, gracias al gobierno del Estado de México y a empresarios, “Yo puedo sacar adelante a mi familia, puedo ser una gran empresaria y con mi testimonio, puedo transformar los corazones de la gente”.
Como sociedad podemos ayudar a las sobrevivientes si acabamos con los estigmas. Los vecinos del pueblo de Karla y Alma las lastimaron porque no entendían que ellas eran inocentes. Eliminar estos estigmas abrirá nuestras mentes y nos permitirá dar nuevas oportunidades a las víctimas, pues ya no serán discriminadas. Al contrario, seremos capaces de ser más empáticos con ellas, de abrazarlas con más fuerza.
Debemos luchar para que cada víctima encuentre su poder. Por ello es valiosa la instrucción del gobernador Eruviel Ávila de brindar apoyos a las víctimas de trata para que estudien o inicien un negocio. No queremos darles un pez para que coman hoy, queremos que tengan sus propias cañas de pescar. Queremos que tengan la libertad absoluta de escribir en su hoja en blanco una nueva historia de felicidad.
Si ves algo, ¡haz algo! Denuncia trata al 01800 5533000 o en unidoshacemosladiferencia.com m