La belleza
Comentaba el otro día con una amiga lo frustrante que es quedarse con las ganas de ver una obra de teatro, sobre todo si te la han recomendado muchas veces.
Lo efímero del hecho teatral es, paradójicamente, una de sus grandes virtudes y uno de sus terribles defectos.
Por ello cuando terminó la temporada de La belleza lamenté enormemente habérmela perdido. Sin embargo, el dios del teatro fue generoso y la obra abrió nuevamente funciones hace unas cuantas semanas. Obviamente corrí a verla, y debo decir que se trata de una puesta en escena maravillosa.
Escrita y dirigida por David Olguín, a quien conozco hace algunos ayeres, y de quien siempre he admirado, además de su talento, su amor por el teatro, su entrega permanente a esta actividad, en todas sus áreas.
En buena parte, el surgimiento del teatro y la editorial El milagro, se deben al trabajo de David, quien una vez más vuelve a sorprender con un montaje impactante, provocador, arriesgado, y que le ha encantado al público.
Basado en hechos reales, en La belleza Olguín reconstruye la historia de una sinaloense nacida en el siglo XIX, de nombre Julia Pastrana, quien padecía el síndrome de hipertricosis lanuginosa, una enfermedad de la piel poco frecuente que se caracteriza por la presencia de pelo tipo de 3 a 5 centímetros de largo en todo el cuerpo, excepto en las palmas y las plantas.
La obra cuenta la compleja relación de esta mujer con su propietario, Theodor W. Lent., un empresario circense del sur de EU, quien la compró para exhibirla como un monstruo.
Se trata de una puesta en escena inquietante, que lleva al público a cuestionarse sus propios valores, y puntos de vista acerca de las relaciones interpersonales, del amor, del poder, y sobre todo del concepto que le da título.
Además del montaje, impecable, hay que aplaudir de pie el trabajo actoral de Laura Almela, estupenda como siempre, de Mauricio Pimentel y Rodrigo Espinosa.
La belleza se presenta en el teatro El Galeón, atrás del Auditorio Nacional y cierra su temporada este domingo 21 de agosto. No deje que se vaya sin verla.