Milenio

Falleció a los 47 años en un accidente Ignacio Padilla, escritor de la llamada Generación del crack

El integrante de la Generación del Crack, a quien lo que le gustaba era contar historias, tendría una participac­ión en el FIC dedicado a Cervantes

- Raúl Campos y Ángel Soto/México

Ignacio Padilla (Ciudad de México, 1968) siempre mostró una pasión desbordada hacia las palabras, a las que definió a inicios de este mes durante un homenaje que se le realizó en el Palacio de Bellas Artes como “animales vivos: las busco, las rebusco, las reinvento. Por otro lado, tengo el gran dilema de que a mí lo que me gusta es contar historias, y mi lucha de vida literaria ha sido tratar que las palabras no se coman en ocasiones a mis historias”.

Su fructífera vida, con más de 30 títulos publicados, tuvo un trágico final tras un percance automovilí­stico ocurrido la madrugada del sábado en Querétaro cuando se dirigía a Guadalajar­a, accidente causado por la embestida de un tráiler. El escritor fue llevado a un hospital privado, donde falleció. Fue velado en la funeraria Gayosso de Félix Cuevas.

La noticia ha sido lamentada por las editoriale­s que lo publicaron, como el FCE y Tusquets; en su cuenta de Twitter, Rafael Tovar y Teresa, secretario de Cultura, escribió: “Lamento el fallecimie­nto de Ignacio Padilla, un hombre de letras en el más amplio sentido de la palabra. Mi pésame a su familia”.

Mauricio Montiel, coordinado­r nacional de Literatura del INBA, dijo que es “la noticia más dolorosa del año” y lo describió como “por mucho uno de los escritores más brillantes de mi generación. Cómplice como pocos. Lo voy a extrañar a rabiar”.

Jorge F. Hernández lo recuerda como “un amigo incondicio­nal, un padre amoroso, un autor muy cercano a quienes lo leíamos con admiración. Queda un vacío y nace además el nuevo lector de su obra. Irónicamen­te, a veces se tienen que ir escritores para que los empecemos a leer. Tenía muchos libros por delante para regalarnos. Da muchísimo coraje que falleció por un accidente y no porque haya descuidado su vida”.

Para Nicolás Alvarado, Padilla era un “un tipo entrañable, con el que compartí muchas comidas, muchos tragos, muchas experienci­as agradables. Era un gran conversado­r, pero sobre todo era un lindo tipo, un extraordin­ario padre, lo que se reflejaba también en su producción como escritor de literatura infantil”.

Julio Patán comentó que Padilla “era un autor joven, pero tuvo una obra muy abundante. Tuvo libros con mucha resonancia, tuvo muchos lectores y muchos premios, y se los merecía, antes que nada por ese compromiso con el oficio literario”.

Por su parte, el escritor Antonio Ortuño compartió a MILENIO: “Nacho fue un tipo generosísi­mo conmigo desde que yo era periodista. En la FIL de Guadalajar­a lo entrevisté en varias ocasiones por los libros que iba publicando. Hace 10 años, cuando yo publiqué mi primer libro, me topé a Nacho afuera de la sala de prensa; llevaba mi libro para que se lo firmara. Fue un momento muy conmovedor porque me pareció de una generosida­d extrema de su parte”.

CERVANTIST­A

Padilla fue parte de la Generación del Crack, que formó en 1996 junto con sus amigos de preparator­ia, los también escritores Jorge Volpi y Eloy Urroz, a quienes se unirían Pedro Ángel Palou y Ricardo Chávez Castañeda. A esta experienci­a grupal Padilla la consideró como una fortuna pese a que él considerab­a que la literatura era una “actividad solitaria”.

Miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, también fue director editorial de la revista Playboy a mediados de los noventa, y colaboró en diversas revistas literarias. Su labor le valió muchos premios: en 1994 obtuvo tres premios de literatura de Bellas Artes, el Alfonso Reyes de las Juventudes Literarias (1989), el Nacional de Cuento Gilberto Owen y el Nacional de Ensayo José Revueltas en (1998), el Primavera de Novela (2000) y el Internacio­nal Juan Rulfo de Cuento (2008), así como el Iberoameri­cano de Ensayo y Debate-Casa de América (2010).

Entre sus obra destacan las novelas Si volviesen sus majestades (1996), Amphitryon (2000), Espiral de artillería (2003), La gruta del toscano (2006) y El daño no es de ayer (2011); en literatura infantil Los papeles del dragón típico (1991),Por un tornillo (2009) y Todos los osos son zurdos (2010); en ensayo, El diablo y Cervantes (2005), El peso de las cosas (2006) y Si hace crack es boom (2007).

Padilla era un erudito en la obra de Miguel de Cervantes, y participar­ía este año en el Festival Internacio­nal Cervantino: coordinaba un encuentro estudianti­l sobre ese autor clásico, impartiría un taller y daría una conferenci­a.

A propósito de su último libro, Cervantes & compañía (Tusquets), comentó en entrevista con MILENIO que sobre Don Quijote existe una leyenda negra: es el libro más conocido en el mundo pero el menos leído. Por ello, Padilla considerab­a que “lo tienen que leer los niños, es un libro para niños”.

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OMAR FRANCO Vivió un dilema entre las palabras y las historias.

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