¿Basta la democracia para excluir a Trump?
Hace años, allá a finales del siglo pasado, era legal segregar a los negros en Sudáfrica a causa de un régimen basado en el apartheid. Nelson Mandela primero, muchos años desde la cárcel, y después el presidente Frederik de Klerk, quien puso a aquél en libertad, acabaron con esa anomalía en materia de derechos humanos, si bien regida por las normas de ese país, de una inmoralidad universal.
Acaso una buena parte de la población, sustentada en principios históricos y un aparente sentido común, apoyaba esa política, pero a veces hasta la democracia tiene sus cortocircuitos. El apoyo mayoritario no deriva siempre en el concepto de lo justo. Si pensamos en las encuestas recientes en Estados Unidos, crece la percepción de que el republicano Donald Trump está hoy más que nunca cerca de ganar la elección de noviembre y no por la proximidad de la liza, sino por la simpatía acumulada en días recientes.
Hay un creciente llamado de sus detractores a frenarlo y acudiendo a una fórmula de redes sociales, sabes que ya valió madre cuando hasta los célebres personajes de la película Avengers se reúnen de emergencia no para defender la Tierra de sus enemigos espaciales, sino de la amenaza Trump, en una videograbación que alcanzó niveles de viralidad.
Sí, la democracia es el diálogo y es el derecho a la confrontación de posiciones en un plano de igualdad, pero hay algunas que, como sugiere Claudio Magris, deben ser “dolorosamente excluidas”, porque de la misma forma que se permite a una formación política propugnar la econo- mía pública o privada, es inaceptable la persecución o la segregación racial. “Ese rechazo es doloroso, porque siempre es doloroso excluir a hombres o ideas del diálogo, pero es inevitable”, escribe el narrador en su libro La historia no ha terminado (Anagrama 2006).
La historia nos ha enseñado los resultados del antisemitismo en Europa y del supremacismo en el sur de Estados Unidos. La ola de refugiados que vive el planeta complica la trama y nos obliga a recordar que la diferencia entre la información genética del ser humano y del chimpancé es de solo uno por ciento. Con tales elementos, hay base suficiente, política, social y científica para desactivar bombas de tiempo de proporciones catastróficas. ¿Basta la democracia para excluir a Trump? M