Los salarios... imbécil
La monotonía de las notas periodísticas semeja un coro de lamentos: corrupción en todos los niveles del Estado, los partidos, la clase empresarial; curas de doble moral que condenan las marchas gay y con ese pretexto retan al supuesto laicismo, cuando muchos son gays de clóset; cifras espeluznantes de crímenes en todas partes y especialmente las de Veracruz; enésima confrontación CNTE y gobiernos que encubre “acuerdos” oscuros, posibles claves de un nuevo “empate” donde todos pierden; las élites intelectuales en el eterno club de elogios mutuos; esos y otros ominosos datos no parecen encontrar una repuesta viable, ajena a la demagogia (a veces delirante, llamando desde el Facebook a la “revolución y la lucha armada”) capaz de forjar un nuevo comienzo, Otro camino.
Golpean los datos: México tiene los salarios mínimos más bajos de Centroamérica 3.90 centavos de dólar diario, como El Salvador, en contraste con los de Costa Rica 17.60 dólares.
Al mismo tiempo tenemos los “salarios” más altos del planeta para los funcionarios públicos.
Ni hablar de las inmensas fortunas de los empresarios, banqueros, etc.
Los salarios bajos no son resultado de un fenómeno “cultural”, “étnico” ni mucho menos natural. Son producto directo de un esquema de control corporativo de los asalariados por el charrismo sindical que es una verdadera camisa de fuerza que significa la total indefensión de los trabajadores y permite mantenerlos con salarios miserables, sin riesgo alguno para los patrones.
Lo anterior explica por qué en México casi no hay huelgas, ni regionales ni de rama ni mucho menos generales.
Mientras siga operando un pacto entre los partidos, el Estado y todos sus aparatos y la clase empresarial, para preservar ese sistema corporativo de control será imposible alcanzar salarios dignos. Esa inmensa desigualdad puede estallar un buen día. Es hora de exigir a los partidos, al gobierno, a los empresarios, a los medios, a los intelectuales y demás, una definición ante la cuestión salarial y la libertad sindical.
Sin eso todas las cantinelas de los demagogos solo serán la cortina de humo para mantener este aberrante modelo.
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