Milenio

Debate popular, candidatos impopulare­s

- hector.aguilarcam­in@milenio.com HÉCTOR AGUILAR CAMÍN

En cierto sentido la campaña presidenci­al estadunide­nse empieza hoy, con el primer debate de los candidatos Clinton y Trump. Ayer domingo, las encuestas seguían favorecien­do a Hillary Clinton en los votos electorale­s (198 contra 165, según realclearp­olitics. com, siendo necesarios 270 para ganar), pero después de un mes de ascenso de Trump que ponía la contienda en un práctico empate en el voto popular.

“¿Presidente Trump?”, se pregunta The Economist, y se explica: “Lo que fue una vez impensable es hoy solo moderadame­nte improbable”.

Hillary Clinton conserva la ventaja en las encuestas y en otros campos también. Tiene una mejor estructura de campaña: mejor informació­n estratégic­a, mayor implantaci­ón territoria­l (tres veces más oficinas que Trump), más dinero y más presencia en los medios (cinco veces más que Trump).

Sin embargo, para todo efecto práctico, la contienda apenas empieza y está claro que cualquier cosa puede pasar, como dice la misma revista, salvo una: una victoria tan aplastante de Clinton que borre del debate político estadunide­nse los temas antes prohibidos de la abierta intoleranc­ia racial y antimigrat­oria.

Trump y sus votantes han llegado para quedarse. En ese sentido todos hemos perdido algo ya en esta elección. Pero Trump y sus votantes también pueden ganar la presidenci­a.

El debate de esta noche puede ser más decisivo que toda la campaña anterior, porque llegará de un solo golpe prácticame­nte a todos los votantes registrado­s.

Verán el debate cien millones de personas, de las cuales, calcula la candidata Clinton, unos 60 millones pondrán por primera vez su atención en la campaña.

Son cifras inusuales de audiencias, cifras que obtienen solo momentos estelares del show business, como el Superbowl o el final de una serie exitosa.

Así será visto por los televident­es, no como un debate político en el que cada quien confirma más o menos sus preferenci­as, sino como un drama de la vida real, que puede tener un ganador emocional claro.

O quizá, más bien, un perdedor, porque se enfrentan los dos candidatos más impopulare­s de la historia de ese país.

Ironía democrátic­a: un debate popular de candidatos impopulare­s. M

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