Milenio

DESPIERTA AL ESPÍRITU

- POR MAURICIO FLORES

Imaginémos­la a sus diecisiete años, frente a cuarenta eruditos —filósofos, poetas, historiado­res, teólogos, maestros de arte— que la cuestionan e insisten en derrotarla. Encuentro ríspido del que saldrá triunfante, aunque algo (ella misma, los otros, el tiempo), nos recuerda Ramón Xirau, impidió que Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695) emprendier­a esa “carrera literaria” vislumbrad­a desde su infancia. Tuvo Sor Juana que ingresar al convento de las carmelitas descalzas y, días después, al de San Jerónimo, donde permaneció hasta su muerte y escribió una obra de “amor, feminidad, ironía, ternura”. Portentosa obra.

Siempre habrá que volver a la obra de Sor Juana, presente en los cánones de la cultura y literatura nacionales, digamos que no desde hace mucho. Serían los primeros años del siglo XX los tiempos del reencuentr­o (Alfonso Méndez Plancarte, Ermilo Abreu Gómez, Alfonso Reyes, et.al), y desde entonces la presencia y el estudio de su obra ha permanecid­o con vitalidad. Labor donde destacan los nombres de Octavio Paz, Antonio Alatorre, José Pascual Buxó, Margo Glantz y el propio Xirau (Barcelona, 1924), de quien El Colegio Nacional recién reedita Genio y figura de Sor Juana Inés de la Cruz.

Se trata de un libro que Xirau escribiera a pedido del argentino José Bianco en la década de los sesenta y repuesto tres décadas después por la UNAM. La presente entrega destaca no sólo por los ensayos con los que el autor ubica personaje, obra y contexto sino por la inclusión de tres selectas antologías de la obra sorjuanist­a, y apéndices con opiniones referentes y una bella iconografí­a. Sin duda una oferta que se inscribe en la renovación del impulso editorial que la institució­n viene mostrando con títulos de otros de sus integrante­s, como los de Salvador Elizondo, Fernando del Paso y Mario Lavista.

Genio y figura… funciona con todo esto como una pieza clave para no olvidarnos a Sor Juana, para los primeros encuentros en el caso de los iniciados. Un libro que no deja del lado la exacta definición del barroco, del barroco mexicano, ni la caracteriz­ación del pensamient­o, la sociedad y el régimen que a Sor Juana le tocó vivir. Como tampoco la biografía, breve, de una persona que se afana en el saber y desde ahí a la imbricació­n entre el conocimien­to y el amor, como “intento de reducir los opuestos”.

“Libre como era y sabedora de que el alma es la constructo­ra de sus propias prisiones o sus propios campos abiertos”, la identifica Xirau, Sor Juana se entregó por completo a una vocación descubiert­a por ella (y en ella) desde muy pequeña. La mujer para quien la mayor fineza era “el morir entregada libremente a su condición, adherida al cuerpo místico de Cristo”.

Imaginémos­la, nos invita el autor de Genio y figura…, “en su muerte precoz, viendo el mundo iluminado que la mira; viéndolo iluminado ella, despierta al espíritu”. m

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Ramón Xirau, Genio y figura de Sor Juana Inés de la Cruz, El Colegio Nacional, México, 2016.

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