Zonas blandas…
En el combate por nuestra sobrevivencia al que nos obliga Trump tenemos fortalezas y debilidades. Como todos los peleadores. Nuestra fuerza radica en nuestro buen tamaño, excelente ubicación geográfica y enorme demografía (120 millones dentro del país, 15 millones en Estados Unidos.) En nuestra significativa capacidad de intercambio comercial y, sobre todo, en la corriente histórica y cultural a la que pertenecemos, formada por poblaciones abiertas, multiétnicas y multiculturales que son el futuro de la humanidad.
Nuestras debilidades también están a la vista. Una sociedad injusta y desigual, infestada de corruptos y violentos. Peligrosamente dependiente de los empleos Nafta, las remesas de los paisanos y el turismo volátil.
Y son estas las que tenemos que cuidar y defender —como los buenos boxeadores— para no ser golpeados ahí y caer derribados.
Puebla, Monterrey, Toluca, Saltillo, Hermosillo, Querétaro, Tijuana y León son concentraciones urbanas cuya economía depende de la industria automotriz. Un descenso en esa ocupación sería devastador para ellas.
Los estados de Quintana Roo, Baja California Sur, más las costas de Jalisco y Nayarit, dependen íntegramente del turismo norteamericano. Millones de familias ahí avecindadas, cuyos jefes o jefas de familia son camaristas, meseros, taxistas o vendedores viven prácticamente al día. Atentados o warnings que disminuyan repentinamente a los visitantes lanzarían a la gente a los saqueos y al asalto, como ya ocurrió con Wilma.
Amplias regiones rurales de Michoacán, Jalisco, Zacatecas, Guanajuato, Puebla, Guerrero y Veracruz viven de las remesas de sus migrantes. Más de 3 millones de familias miserables dependen de ellas.
El gobierno federal solo ni puede ni quiere hacerlo. Necesita la presión y la presencia de la sociedad civil: empresarios, universidades, iglesias, personalidades notables, medios, ONG, son los que pueden actuar.
Pero necesitamos líderes populares, inteligentes y valientes para encabezar este movimiento. ¿Dónde están? ¿Quiénes son? M