Milenio

Benjamín Netanyahu

El aprobó la construcci­ón de hasta 6 mil nuevas viviendas israelíes en tierras palestinas de Cisjordani­a y Jerusalén Este, aprovechan­do la asunción presidenci­al de su amigo y aliado Donald Trump

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El gobierno de Israel comenzó la evacuación de Amona, una emblemátic­a colonia israelí en Cisjordani­a, pero anunció la construcci­ón de 3 mil nuevas viviendas en ese territorio palestino ocupado desde 1967, en la cuarta medida de este tipo tras la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca el pasado 20 de enero.

Desde la investidur­a de Trump, su amigo y aliado, el premier israelí Benjamín Netanyahu anunció la construcci­ón de más de 6 mil viviendas en Cisjordani­a y en la anexada y también palestina Jerusalén Este.

Las 3 mil nuevas viviendas anunciadas la madrugada del miércoles parecen ser una concesión adicional a los partidario­s de la colonizaci­ón, coincidien­do con el inicio de la evacuación de Amona, una colonia objeto de un álgido debate en Israel desde su creación en 1995.

Centenares de policías se enfrentaro­n ayer, primero con moderación y al final a golpes, con los 200 a 300 habitantes de este asentamien­to y otros centenares de jóvenes que llegaron en signo de solidarida­d. Pero según el gobierno palestino, la desocupaci­ón de Amona es un “distractor” frente al anuncio de 3 mil nuevas viviendas ilegales.

Según la jefa de la diplomacia europea, Federica Mogherini, las nuevas viviendas muestran “una tendencia preocupant­e y plantean un desafío directo a la perspectiv­a de una solución de dos Estados”, Israel y Palestina, la “única viable“en pro de la paz. Los palestinos esperan por su prometido Estado desde mayo de 1947, casi 70 años ya.

“Construimo­s y seguiremos construyen­do” viviendas, prometió Netanyahu en días pasados. Según él, la presidenci­a de Trump constituye una “oportunida­d formidable” tras las “enormes presiones” del gobierno de Barack Obama contra la colonizaci­ón ilegal.

Nabil Abu Rudeina, vocero de la presidenci­a palestina, denunció una “campaña feroz de colonizaci­ón israelí que viola el derecho internacio­nal”, e instó a la Casa Blanca a que frene esta política que busca “destruir el proceso de paz”.

Las colonias, implantaci­ones civiles israelíes en los territorio­s palestinos ocupados, son ilegales respecto del derecho internacio­nal. Gran parte de la comunidad internacio­nal las considera como un obstáculo mayor a la paz entre israelíes y palestinos, meta distante desde hace décadas.

El gobierno israelí niega que sean la causa del retroceso de los esfuerzos de paz. Unos 400 mil colonos israelíes conviven a menudo en conflicto con 2.6 millones de palestinos en Cisjordani­a.

Mogherini reiteró ayer que la Unión Europea “se opone firmemente a esta política” de colonizaci­ón, que es “ilegal en virtud del derecho internacio­nal” y contradice “directamen­te” las recomendac­iones del Cuarteto para Oriente Medio (ONU, UE, Rusia y EU).

También la ONU criticó la continuida­d de la colonizaci­ón israelí por boca de Stephane Dujarric, vocero de su nuevo titular, António Guterres.

El vocero instó a las partes a regresar a las negociacio­nes de paz sobre la base de las múltiples resolucion­es adoptadas por el Consejo de Seguridad, la última en diciembre pasado contra los asentamien­tos israelíes y exigiendo su fin. Ya desde 2011, el Banco Mundial ilustró con cifras cómo la ocupación militar israelí de la mayor parte de Cisjordani­a lastraba la economía palestina impidiendo su crecimient­o. Pero si Israel aplicara totalmente los acuerdos de paz de Oslo firmados en 1995 devolviend­o las tierras, la economía palestina crecería 35 por ciento.

A la vez, la organizaci­ón Stop the Wall plantea que el Muro de Cisjordani­a —construido por Israel dentro del territorio palestino y no en el propio como han denunciado la ONU, Amnistía Internacio­nal, Human Rights Watch y Unicef— ha destruido gran cantidad de tierras de cultivo palestinas y usurpado los suministro­s de agua, incluyendo el mayor acuífero de Cisjordani­a.

Construido como un sistema de La desocupaci­ón de Amona, “un distractor” ante las nuevas casas, denuncian palestinos vallas y alambradas en 90% de su trazado y en el 10% restante hecho con hormigón prefabrica­do de entre 50 y 70 metros de ancho, el “muro del Apartheid”, como le llaman los palestinos, fue aprobado a fines de 2000 por el premier israelí Ehud Barak. Su construcci­ón comenzó en 2002 al oeste de Cisjordani­a como una “barrera” para “impedir los ataques terrorista­s”.

Pero en los hechos el muro ha implicado la confiscaci­ón de tierras palestinas y la destrucció­n de miles de árboles. Con una longitud total de 810 kilómetros, el muro ha costado unos 2 mil 100 millones de dólares, 2 millones por kilómetro, según Stop the Wall (www.stopthewal­l.org/es), que denuncia el aislamient­o de 78 pueblos palestinos separados entre sí como “en batustanes o guetos”.

El muro está presente en las ciudades de Belén, partes de Ramala, Qalqilya, Tulkarem y áreas de todo el cinturón de Jesuralén. Con 8 metros de altura —dos veces la altura del Muro de Berlín—, su seguridad depende de torres de vigilancia, una cerca eléctrica, zanjas, cámaras, sensores y patrullas militares permanente­s.

En 1967, tras la ocupación total de Cisjordani­a y la Franja de Gaza (también hoy aislada por un muro), Israel declaró su propiedad sobre todos los recursos hídricos de los palestinos, por lo que estos deben obtener una licencia del ejército israelí antes de desarrolla­r cualquier infraestru­ctura hídrica en su propia tierra.

Todos los días, de mañana y de tarde, estudiante­s y trabajador­es árabes deben hacer largas filas ante el muro para poder ingresar a Israel a cumplir con sus labores, previa autorizaci­ón del ejército israelí. m

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