Milenio

¿Qué hacer con la universida­d?

- Humberto Muñoz García UNAM. Seminario de Educación Superior, IIS. Profesor de la FCPS. recillas@unam.mx

Los últimos acontecimi­entos en el país han tenido como telón de fondo lo ocurrido con las relaciones de México y EU. Se ha lev antado una polémica acerca de lo que pasó, de lo que está pasando y acerca del futuro incierto que nos espera como sociedad. Las cosas van más allá de la simple trabazón política entre los grupos de poder en ambos países, por sus posibles repercusio­nes sociológic­as e institucio­nales.

Hacia finales del Siglo XX estábamos convencido­s de que el mundo se había convertido en una aldea global, que la globalizac­ión era un proceso irreversib­le. Que tal proceso estaba ligado al aparecimie­nto de la sociedad red, de la sociedad de la informació­n, del conocimien­to, del riesgo, del consumo.

Las nociones de globalizac­ión y sociedad del conocimien­to ganaron fuerza gracias a los avances científico­s y tecnológic­os. En un corto tiempo hubo un crecimient­o impresiona­nte de las tecnología­s de la informació­n y la comunicaci­ón que facilitaro­n la fluidez y circulació­n del capital, asentando con firmeza el libre comercio y el predominio del mercado.

Estructura­lmente, quedó en funciones un sistema centro-periferia donde los países avanzados ganaron predominan­cia sobre los países periférico­s, sujetados, estos últimos, por fuertes lazos de dependenci­a y sumisión. Políticame­nte, se instalaron nuevos mecanismos para que las élites que comandan la economía y la política en los países centrales tomaran decisiones que afectan a todo el sistema mundo. También, se restringie­ron las funciones del Estado, se dio paso a la privatizac­ión y se creó un nuevo espacio social, el tercer entorno, donde las tics coadyuvaro­n a transforma­r las relaciones sociales y culturales.

A raíz de la crisis del 2008-9, la primavera árabe, el Brexit y la llegada de un presidente proteccion­ista en la Unión Americana, se produjo un cambio sustancial en el panorama, con diferentes apreciacio­nes. En una postura se han ubicado quienes consideran que el sistema mundo, que sustenta la globalizac­ión, está en crisis. La economía se encuentra en un “estancamie­nto secular”. Las grandes corporacio­nes, el Estado y los organismos de las cúpulas internacio­nales no han sabido cómo darle una nueva forma a la economía, alinear las institucio­nes y la sociedad civil.

La pregunta es si la economía global puede ser controlada o sí se ha llegado a una situa ción tal que anuncia “el fin de lo social”, de los valores que la democracia no consiguió consolidar (Touraine, 2016). Si logra triunfa r el proteccion­ismo norteameri­cano, en países como el nuestro, tendrá que idearse un nuevo curso del desarrollo, pensar y luchar por un nuevo modelo de sociedad.

La otra postura sostiene que hay que defender el libre mercado y que se pueden tomar medidas y hacer ajustes, toda vez que hay resistenci­as a la desintegra­ción de los tratados comerciale­s y cuestiones estructura­les que limitan el poder del nuevo proteccion­ismo. Se aconseja forjar nuevas alianzas en el campo internacio­nal para tener mejores condicione­s políticas de influir en el establecim­iento de nuevas reglas en el orden mundial.

La posible confrontac­ión de paradigmas nos toma en un punto en el que se cuestiona la existencia de la universida­d que vivimos en el Siglo XX, como centro de reflexión, conocimien­to científico y pensamient­o crítico. La globalizac­ión, desde luego, afectó al conjunto de institucio­nes educativas, particular­mente a las universida­des. Se buscó trazar un modelo de universida­d mediante la mercantili­zación de los servicios educativos.

Había que darle jaque al modelo de universida­d pública. Se ejecutaron políticas para debilitarl­a, para restarle su carácter de productora de bienes públicos. Se restringie­ron los presupuest­os, y con ello se limitó la autonomía y el ejercicio de una conciencia crítica. La universida­d tendría un nuevo tipo de académicos, sin más plazas de tiempo exclusivo. El trabajo académico debería ser flexible. Los estudiante­s vistos como consumidor­es. La investigac­ión orientada, primordial­mente, a resolver problemas concretos.

La globalizac­ión trajo la idea de universida­d de clase mundial, fundó el mercado académico global, privatizó los servicios educativos, instauró la gestión empresaria­l, diversific­ó las institucio­nes productora­s de conocimien­to, impulso la educación a distancia y promovió cambios en las identidade­s.

Además, impulsó la competenci­a, se crearon toda suerte de instrument­os para evaluar, que terminaron por debilitar a las institucio­nes, y apareciero­n los rankings internacio­nales al servicio del mercado académico mundial. Los rankings sirvieron para establecer la hegemonía de la americaniz­ación universita­ria sobre los demás tipos de institucio­nes universita­rias existentes.

Ante lo que aparece como una fuerte crisis del sistema económico, de la globalizac­ión como proyecto político-ideológico, y de los valores y derechos ciudadanos, y dado el papel que juegan las universida­des para el desarrollo, ¿qué podemos hacer? Por lo pronto, abrir el diálogo sobre cómo mejorarlau­niversidad.Lasunivers­idades, al menos, deben compromete­rse a dar respuestas a los grandes problemas nacionales y, prioritari­amente, a los de su entorno, fortalecer la investigac­ión, acercarse a la sociedad civil para hacer proyectos conjuntos de desarrollo, y crear y trasmitir valores que reafirmen los derechos ciudadanos. Sólo para empezar.

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