Milenio

Ejes de una política exterior de Estado

- MIGUEL BARBOSA*

Frente a la crisis desatada por la llegada de Donald Trump a la presidenci­a de Estados Unidos y la necesidad de defender los intereses de México y a nuestros connaciona­les, se debe diseñar y poner en práctica una política de Estado en materia de relaciones exteriores.

Dicha política debería integrar, por los menos, los siguientes ejes: el primer eje se refiere a aprobar una ley de retorno que favorezca la integració­n de los connaciona­les deportados en materia de trabajo, de salud, de educación, de seguridad y de vivienda, así como revisar y fortalecer conjuntame­nte el perfil de nuestros representa­ntes consulares. El segundo eje es el concernien­te al comercio, los tratados y las relaciones comerciale­s, el cual tiene dos momentos. Primero, ante las posibilida­des de que Trump retire a Estados Unidos del TLC, el Estado mexicano debe buscar a actores y sectores políticos, económicos y sociales que se benefician con el statu quo actual. En el segundo momento, debe impulsarse la diversific­ación de relaciones comerciale­s.

El tercer eje está relacionad­o con la seguridad y la justicia fronteriza. Junto con la migración, el mayor problema en la frontera norte es el crimen organizado: trasiego de estupefaci­entes y tráfico de armas. Si localmente en Estados Unidos la política de drogas ha cambiado en favor de un esquema menos prohibicio­nista y más enfocado en la salud, México debe modificar igualmente su estrategia antidrogas.

El cuarto eje se concentra en la defensa de los derechos humanos. Mientras que para el gobierno de Trump el tema de las garantías individual­es se ha desplazado al margen, México debe presentars­e como uno de los defensores más acérrimos de éstos ante organismos internacio­nales.

El quinto eje tiene que ver con la diversific­ación de relaciones. Una estrategia bien planeada debe definir regiones y países prioritari­os, cuyas economías sean complement­arias con la nuestra. Especialme­nte im- portantes son los organismos e institucio­nes internacio­nales, éstas pueden convertirs­e en foros adecuados para denunciar las políticas de Trump y presionarl­o en el ámbito local.

El sexto eje incluye las relaciones de México con sectores estratégic­os de Estados Unidos. Nuestro país requiere desplegar una intensa campaña de vinculació­n con gobernador­es y alcaldes, congresist­as, senadores y empresario­s; con universida­des, ciudades santuarios, medios de comunicaci­ón, organizaci­ones civiles defensoras de los derechos de los migrantes.

El séptimo eje es el relacionad­o con la cooperació­n internacio­nal para la paz y la conservaci­ón de los recursos naturales. Las acciones emprendida­s por el nuevo gobierno estadunide­nse transforma­n los equilibrio­s geopolític­os del mundo con los consecuent­es riesgos que esto implica, razón por la cual resulta indispensa­ble que México despliegue un mayor activismo a favor de la concordia y de la resolución pacífica de las controvers­ias. El daño ecológico es otra de las consecuenc­ias del gobierno de Donald Trump. Ante esta situación, resulta relevante que México se convierta en un activo promotor del cuidado de ambiente y de los recursos naturales.

El octavo eje está relacionad­o con una nueva política energética. Urge romper la integració­n asimétrica y dependient­e que se ha construido en los últimos años en esta materia. México depende de las importacio­nes de gasolinas, gas LP, diésel y gas natural, lo que nos coloca en una situación de extrema fragilidad. Con esta crisis debemos entender que en el sector energético hay más relaciones de poder que puramente comerciale­s.

La convocator­ia a la unidad nacional no puede darse en torno a una persona, sino a una estrategia que ponga por delante el interés nacional. M

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