Luis Goytisolo y su ajuste de cuentas a nuestra sociedad
El autor español pone a convivir en la obra a hombres de negocios con millennials para criticar sus hábitos y su abierta ignorancia
De “parodia impasible” califica Luis Goytisolo su última obra, Coincidencias, una novela con una visión muy crítica de la sociedad actual, de sus hábitos y de su progresiva ignorancia: “Si vemos todo a través de una pequeña pantalla, nos sobra todo”, dice en entrevista. “No es humor negro ni humor absurdo”, asegura Goytisolo (Barcelona, 1935) sobre Coincidencias, publicada por Anagrama, en cuya escritura, confiesa, se ha reído mucho.
Por esta novela de Goytisolo transitan personajes diversos como hombres de negocios, emprendedores, jóvenes dependientes de los móviles, conductores enfadados y alguno que otro indignado, que, en un paisaje urbano, dibuja una trama de sentimientos y pensamientos.
Las pérdidas, primero de una cartera y más tarde de un móvil en un taxi, son los nexos de unión entre los personajes e historias que Goytisolo comienza con una “cita inventada”: dos personas se encuentran e inician un diálogo congratulándose de la casualidad de no conocerse de nada. “Así preparo al lector acerca de lo que le espera”, advierte el literato.
Se declara seguidor de la ironía “cervantina”, una escuela que no continuó en la tradición literaria española sino que derivó en una picaresca que Goytisolo considera más cercana a la chabacanería.
Después, en los relatos de El atasco y demás fábulas hubo otro tipo de humor algo más disparatado y de parodia, que ha retomado en esta nueva obra, dándole una estructura novelesca. Es un humor más presente y actual, “aunque no esté Trump”, dice, y recuerda que en esos años escribió una fábula sobre un personaje que se presenta a las elecciones con un discurso parecido al del presidente estadunidense: “Era una sátira sobre lo que pasaba en el mundo y ahora se ha acentuado”, indica. “Para qué viajar si solo vas para sacarte una
asegura el literato barcelonés
Uno de sus personajes cree una pérdida de tiempo que se estudie geografía o historia cuando todo se encuentra en internet o en una película.
Otro, dueño de una cadena de tiendas de ropa barata fabricada en países del Tercer Mundo, asegura ser por ello un mecenas, mientras que un cocinero recuerda que el plato que le hizo famoso es un “timbal de sanguijuelas marinadas sobre lecho de caviar de mollejas y toques de lichi”. El público prefiere arriesgarse a comerlo “para luego poder contárselo a otros”.
También hay defensores de la bollería, los precocinados y la carne roja, porque, dicen, “los masái no comen más que carne y mira cómo están de guapos”.
Y también hay autores de la receta ideal para la economía: salarios mínimos generalizados y consumo sostenido.
Todo ello, asegura Goytisolo, es “un retrato de lo que machaca a lo bueno que puede haber en la sociedad”, como la mediocridad abundante y la progresiva ignorancia. “¿Para qué leer o estudiar si existe Wikipedia? Y si hay errores, a la gente tampoco le importa. Para qué viajar o, si se viaja, para qué saber dónde está uno si solo vas para sacarte una selfie”, se pregunta el autor, que cree que “si la gente se habitúa a hacerlo todo a través de pequeñas pantallas, sobra todo”. m