Milenio

15 años después, el “eje del Mal” de Bush ya no asusta pese a Trump

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Salvo Cuba y Corea de Norte, que esta vez no fueron incluidos en la lista, los siete países concernido­s por Donald Trump en su veto antiinmigr­antes son los mismos que el también petulante, agrio y guerrerist­a presidente republican­o George W. Bush incluyó en su improvisad­o “eje del Mal”, integrado en un inicio por Irak, Irán y Norcorea y luego ampliado a Libia, Somalia, Sudán, Siria, Yemen, Cuba y Afganistán.

Bush habló por primera vez del “eje del Mal” en su discurso sobre el estado de la Unión el 29 de enero de 2002 luego de los mortíferos atentados del 11-S. Pero más que buscar identifica­r con el trío inicial a los causantes de los casi 3 mil muertos en Nueva York y Washington –15 de los 19 secuestrad­ores suicidas eran de Arabia Saudita como Osama bin Laden–, la intención fue mostrar la supuesta alianza entre Al Qaeda y el Irak de Sadam Husein, cuya suerte ya estaba echada con o sin armas de destrucció­n masiva pese a su antigua alianza con la CIA.

Como recuerda el escritor de discursos de Bush, David Frum, en su libro The right man (El hombre adecuado), Irán fue incluido a sugerencia de la asesora de Seguridad Nacional, la halconísim­a Condoleeza Rice, que también propuso a Norcorea para que, como en la II Guerra Mundial, fueran tres las capitales del “eje del odio” (Berlín, Roma, Tokio). Irán y Norcorea fueron útiles a efectos de la propaganda, el primero por el rechazo de Occidente a la República Islámica desde la revolución de los ayatolás (1979) y Norcorea por su dictadura dinástica, su programa nuclear agresivo y porque, no siendo su población musulmana, se podía mostrar que “el mal” de inicios del siglo XXI no era “exclusivam­ente islámico”. Así, el “eje del Mal” sirvió para justificar el nuevo unilateral­ismo belicista de EU encarnado en la Doctrina Bush de las “guerras preventiva­s” –que solo en Irak habría dejado entre 600 mil y un millón de muertos–, en medio de una recesión global a causa del alza de los precios del crudo y un marco general de incertidum­bre tras la emergencia del terrorismo internacio­nal expresado en el 11-S.

Pero ni la coyuntura es la misma, ni por lo visto el estado de conciencia de la opinión pública en EU y el mundo, que ha condenado al unísono el decreto de Trump; cuando, además, Irak es hoy un aliado estratégic­o de EU en su lucha contra el grupo Estado Islámico, uno de los subproduct­os fatídicos de la invasión de 2003.

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