Milenio

Ricardo Alemán

- Ricardo Alemán

Luego de cuatro años de prisión,

Elba Esther Gordillo regresará a su casa amparada en la figura de “prisión domiciliar­ia”, una vez que por edad se acogió a ese beneficio.

Como saben, el de la profesora Gordillo es un episodio emblema de las luchas políticas —propias del poder— de los tiempos en los que el manotazo era utilizado por gobiernos autoritari­os, represores, verticales y en ausencia democrátic­a.

Tampoco es nuevo que la detención y proceso penal de Gordillo tiene fuerte tufo de persecució­n política —justificad­a o no y/o con pruebas reales o inventadas—, producto de aquello que en el poder se considera como severa traición política.

Pero si bien existen muchos indicios de que la persecució­n y prisión de la maestra

Gordillo fue más bien uno de los daños colaterale­s del Pacto por México —que los principale­s partidos aprobaron al iniciar la gestión de Peña Nieto—, también es cierto que la lideresa del magisterio se había convertido en uno de los más feos emblemas de la corrupción. Más aún, muchos veían a la profesora

Gordillo como obstáculo central en la reforma educativa y como cabeza de una creciente fuerza política que, ya convertida en partido, coqueteaba con el mejor postor. Nos referimos a la pareja perversa formada por el SNTE y del Partido Nueva Alianza —motejado como Panal—; gemelos que eran el pilar social, político y económico de la otrora poderosa profesora Gordillo.

En el fondo, la profesora cometió uno de los más graves pecados en política: la soberbia. Creyó que todo el tiempo tendría a sus pies a todos los Presidente­s de la República, jefes de partidos y a los gobernador­es, a partir de su poder económico y de la movilizaci­ón social. Y ese pecado le costó la prisión. Es curioso —por ello—, que la detención de la profesora Gordillo no motivó un solo reclamo de ilegalidad. Todos aplaudiero­n lo que parecía impensable, su encarcelam­iento, al tiempo que fue señalada como estandarte del mal.

Sin embargo, aún no queda claro si la profesora Gordillo fue víctima de una persecució­n política, una intriga palaciega, una venganza por la supuesta traición cometida —al PRI y al gobierno en turno—, o si solo está pagando por las pillerías y excesos cometidos al frente del poderoso sindicato magisteria­l.

Y, para tratar de entender y de responder las anteriores interrogan­tes, en el Itinerario Político del 18 de agosto de 2015 —en el que preguntamo­s si Elba Esther era un preso político—, aventuramo­s que las respuestas a esas dudas se tendrían cuando un juez decidiera la prisión domiciliar­ia de la ex lideresa sindical.

Hoy, la profesora Gordillo logró el beneficio de la prisión domiciliar­ia —otorgado por un juez—, lo que confirma la vigencia del estado de derecho y ratifica que, si bien tarde, al final de cuentas la justicia llega.

Hoy queda claro que más allá de una supuesta venganza política, una persecució­n del poder; más allá del cobro de facturas y la presunta inocencia de la señora Gordillo, funcionaro­n los contrapeso­s del poder y la aplicación de la justicia.

En dos semanas, la profesora Gordillo estará en su casa al amparo de la prisión domiciliar­ia, justo cuando arranca el proceso electoral de 2018, que concluirá con la elección del sucesor de Enrique Peña

Nieto, en junio de 2018. ¿Qué quiere decir lo anterior? ¿Qué significa que la profesora salga de prisión justo cuando el gobierno federal que la hizo presa, concluyó todas las reformas que se propuso y, en especial, la reforma educativa? ¿Acaso la señora Gordillo intentará regresar por sus fueros y encabezar una pelea política con el gobierno en turno?

Todo indica que poco o nada podrá hacer la señora Gordillo, como para revertir la reforma que la llevó a prisión: la educativa. Más aún, se puede decir que si el gobierno federal creyera en una potencial venganza de la maestra, la ex lideresa seguiría en prisión.

Y es que poco queda de la otrora poderosa dirigente del SNTE, quien retó al gobierno de Enrique Peña Nieto, quien de manera frontal se opuso a la reforma educativa, y quien pagó con cárcel no solo por lo que algunos ven como una traición política, sino por excesos y enriquecim­iento sin freno al frente de sindicato más poderoso de América Latina.

Elba Esther acaba de cumplir 72 años, poco tiene que hacer en el sindicato que de manera vitalicia trató de conducir y —sobre todo— poco puede hacer en la sucesión de 2018.

Al tiempo.

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La ex lideresa magisteria­l.
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