El sospechoso caso del jersey desaparecido
No me puedo quedar con las ganas de opinar sobre la escandalosa historia del periodista mexicano que se robó, entre otras cosas, el jersey de Tom Brady.
Para empezar, ¿de cuándo acá le decimos jersey a las camisetas de futbol americano?
Yo debo ser el ignorante más grande del universo, pero en mi memoria no aparece esa palabra para estos menesteres. No se usaba en la tele.
Se comenzó a usar a partir de esta cortina de humo como un símbolo de clase, de superioridad.
¿Por qué me atrevo a llamar cortina de humo a esta aventura periodística?
Porque se me hace sospechoso que para los medios mexicanos esto haya sido prioridad nacional, como si se hubieran robado a la virgen de Guadalupe, mientras que para la prensa gringa fue una insignificante nota de color.
¿Entonces por qué esta insignificante nota de color se utilizó en la Casa Blanca?
Porque es la Casa Blanca. ¡Casa Blanca! ¡Donald Trump! ¡Es el reino del color, por el amor de Dios! Ni modo que no la fueran a tomar de pretexto para bromas y agresiones.
Malo si la hubieran tomado como noticia principal en BBC World, TVE o Al Jazeera. Sí me entiende, ¿verdad?
¿De veras en México no tenemos nada más de qué preocuparnos?
Pero lo más chistoso de este lavadero fue ese peculiar acento que nosotros, aquí, le pusimos de: ¡Claro! ¡Tenía que ser un mexicano!
Seguido, curiosamente, de otro todavía más extraño: ¡Claro! ¡Tenía que ser periodista!
Perdón, pero en ningún lugar de Estados Unidos, que sigue siendo un país maravilloso, se generalizó ni condenó a la comunidad mexicana por esta anécdota, mucho menos a la periodística.
¿Por qué somos los mexicanos y los periodistas los primeros en hablar mal de nosotros?
¿Por qué es tan fácil que una historia así nos invite a reaccionar de esa manera y no de otra?
¿Me creería si le dijera que, sin que nadie haya hablado con el presunto delincuente, me tocó leer hasta explicaciones psiquiátricas sobre el señor y sus conflictos? ¡Cuidado!
A muchos de los mexicanos que hemos tenido el privilegio de viajar a otros lugares del mundo nos ha pasado algo raro en términos de seguridad.
Y en el caso concreto de los periodistas, ¡por favor!, nos han robado hasta lo que no, lo mismo en los frentes de guerra que en las fiestas de las premiaciones más distinguidas. Todos tenemos al menos una anécdota en ese sentido. Todos.
¡Y a que nadie ha hecho un escándalo por eso! ¡A que ningún país se ha rasgado las vestiduras condenándose por tener una población tan corrupta e ignorante!
¿Entonces por qué nosotros, sí? Aquí alguien se robó algo, lo encontraron y la justicia procederá como tenga que hacerlo. Fin de la historia.
Pudo haber sido mexicano, inglés o australiano, negro o blanco, católico o judío, hombre o mujer y eso no cambia los hechos: alguien se robó algo y lo encontraron.
¿Qué ganamos con machacar esta historia? ¿Vamos a ser mejores o peores seres humanos después de ella?
¿Cambiará algo en nuestra manera de ser como mexicanos y, en el caso concreto de la comunidad periodística, en nuestra forma de cubrir los grandes eventos internacionales como el Super Bowl?
¡Qué ganas de perder el tiempo! ¡Qué ganas de distraernos entre todos! ¿O usted qué opina? M
Se me hace raro que para los medios mexicanos esto haya sido prioridad nacional, como si se hubieran robado a la virgen de Guadalupe