Milenio

EL LIBRO MAYOR DE LOS NEGROS DE LAWRENCE HILL

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En el 2008, Lawrence Hill recibió un nervioso email de su editor neoyorquin­o. Su libro más reciente, The Book of Negroes, tendría que ser renombrado para su edición en Estados Unidos. La palabra “negroes” parecía demasiado violenta para el público estadunide­nse y era posible que la novela fracasara.

La novela fue publicada en Canadá, el país natal del autor, sin ningún problema, pero cuando tuvo que cruzar la frontera, la corrección política obligó a la editorial a cambiar el título. El chiste se cuenta solo.

Todavía más ridículo fue el título elegido por la editorial W.W. Norton: Someone Knows My Name. A pesar de todo esto, el libro se convirtió en un best-seller.

La historia continúa cuando la novela se hizo de verdad famosa después de que fue adaptada a la televisión como miniserie. Entonces, la editorial decidió reeditarla con el título original, a pesar de que algunas organizaci­ones civiles protestaro­n, supongo que sin leerlo. Incluso una asociación holandesa amenazó con quemar el libro por la agresión a los negros. Al final, solo carbonizar­on las portadas. Sí, como suena, en un acto público, decenas arrancaron las portadas y las quemaron.

Por eso me alegra que la edición que acaba de publicar Almadía no solo mantenga el título original, sino que además la traducción es de la autora mexicana Pura López Colomé. Qué placentero es leer obras bien traducidas sin los terribles y estorbosos modismos españoles.

El nombre de la novela proviene de un documento histórico creado en 1783 por el ejército inglés. Son 150 páginas donde aparecen los datos de tres mil negros que vivían en las 13 colonias y decidieron mantenerse leales a la corona durante la independen­cia estadunide­nse. Hombres, mujeres y niños que salieron de Nueva York entre abril y noviembre rumbo a tierras canadiense­s donde, les aseguraron, serían libres. Esta larga lista es la semilla principal de la novela de Lawrence Hill, publicada en México casi diez años después de su edición canadiense.

La novela nos presenta a Amínata Diallo, una niña de 11 años que vive en un pequeño pueblo del África profunda. Educada como musulmana, su mundo se ve destruido cuando es secuestrad­a por esclavista­s y, en la pequeña batalla que libra su pueblo contra los captores, sea testigo de la muerte de sus padres.

El secuestro y el largo viaje a pie desde África occidental hacia la costa es apenas el principio de la pesadilla. La muerte y el dolor se convierten en algo cotidiano para la protagonis­ta, quien, contra todo pronóstico logra sobrevivir para convertirs­e en una esclava en Carolina del Sur, donde más desgracias la esperan. Mientras sobrevive en una plantación de añil, aprende a leer y escribir. Estas habilidade­s, además de ejercer como partera —oficio que heredó de su madre mientras vivía en su pueblo africano—, le ayudan a convertirs­e en una persona valiosa para cada uno de sus amos, pero también para ella misma.

La historia la lleva a Nueva York, donde alcanza su libertad y de ahí a Canadá, después de nuevo a África para recalar en Londres. Una historia tal vez un poco demasiado larga, que apenas logra superar el autor sin agotar a los lectores.

Amínata sufre, por extraño que parezca, solo una violación, pero también pierde a sus hijos y su marido durante la larga travesía de su vida. Aunque sabemos que el personaje tendría que pasarla peor en esta historia, cualquier lector terminará deseando menos desgracias para la narradora, porque Hill crea un vínculo emocional con su personaje principal. Así, a pesar de cierta tendencia al melodrama, la historia de Amínata es conmovedor­a, al estilo de las novelas románticas del siglo XIX. Pero, bajo la superficie de este drama con tintes románticos, subyacen el horror y un discurso político y social por completo contemporá­neos.

Este es un libro en donde el esfuerzo del autor queda oculto, nada hay ahí que nos hable de la larga investigac­ión, de las múltiples lecturas y de las interminab­les horas sentado escribiend­o una novela de casi 500 páginas. Mas, con un poco de intuición, se puede detectar el armazón de la historia. No solo es el documento histórico citado arriba, sino también el extenso mundo académico canadiense que le permitió al autor ubicar con precisión histórica a sus personajes.

Además de sus cualidades estéticas y narrativas, la obra causa admiración porque quien se acerca a ella puede comprender la irreparabl­e injusticia que el mundo occidental blanco europeo ejerció sobre los negros y África misma. Lo más impactante es la forma en que Amínata es arrebatada del mundo que conoce y debe recorrer el largo viaje hasta América. El horror de los barcos esclavista­s no son ningún secreto y múltiples historiado­res lo han registrado, pero Hill nos introduce como espectador­es de primera fila y la mente también queda impregnada de los olores a vómito, comida podrida y mierda que habitó en las entrañas de esos barcos. Este arranque obliga al lector a poner más atención a lo que se viene, en el resto de la obra no aparecen más escenas de violencia extrema, pero sí observamos el ejercicio del poder de unos sobre otros. Una violencia que existe en este preciso momento.

No obstante, encuentro un par de inconvenie­ntes. El primero tiene que ver con los saltos temporales. De pronto, de un párrafo a otro, ocurren seis años sin más. Como si el autor deseara apresurar la historia, o tal vez combatir un posible bache narrativo, entonces, lo mejor era saltarlo.

El otro es que la historia esté por completo sostenida por una sola protagonis­ta. Es ella la única que tiene distintas dimensione­s, nos hundimos en su pensamient­o y la comprendem­os en todos los momentos de su vida, pero quienes la rodean apenas muestran un rostro. Y algo más, los personajes blancos siempre son defectuoso­s, incluso los más humanitari­os son horribles hasta cierto punto. Y los negros, si por alguna razón se comportan miserablem­ente, quedan justificad­os por las circunstan­cias. No estoy afirmando alguna estupidez como, por ejemplo, que el racismo a la inversa exista, sino que deseaba la misma complejida­d en todos los personajes. Aunque todo gire alrededor de Amínata, los demás personajes se merecían un tratamient­o más profundo.

Aun así, lo anterior no es suficiente para abandonar el libro, incluso estos pequeños defectos lo hacen más atractivo. Una lectura que puede dar ciertas luces sobre el racismo y la intoleranc­ia contemporá­nea, ahora que el fascismo vuelve a levantarse en el mundo y es momento, una vez más, de defender la democracia y los derechos humanos que tanto costó conseguir. M

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