Milenio

BAJAN EL SWITCH.

Lo que necesita la Tierra no es un inútil y breve gesto político para sentirse mejor, sino una inversión mayor y constante investigac­ión y desarrollo de energías verdes, como la solar o la eólica, que aún son caras y poco efectivas

- BJORN LOMBORG*

Alrededor de 7 mil ciudades de 170 países apagaron la luz en sitios y monumentos emblemátic­os con el fin de concientiz­ar sobre el calentamie­nto global ocasionado por los combustibl­es fósiles, en una iniciativa que cumple ya 10 años y que es impulsada por el World Wildlife Fund. En la CdMx, la Columna de la Independen­cia se mantuvo a oscuras entre las 8:30 y las 9:30 de la noche.

Alas 8:30 pm de ayer, alrededor de mil millones de personas en todo el mundo apagaron las luces durante una hora como una declaració­n política contra el cambio climático y los combustibl­es fósiles, y en apoyo a las reduccione­s de carbono y las energías renovables.

Esta acción para hacer sentir bien a la gente no solo no consigue absolutame­nte nada para el planeta, sino que además no tiene en cuenta lo que realmente necesitan los más pobres del mundo en este momento, precisamen­te más luz y energía, no oscuridad.

Concebida por la World Wildlife Fund (WWF) en Australia en 2007, la Hora del Planeta se ha expandido como un acontecimi­ento mundial, con espacios públicos que se sumaron al apagón y reuniones de grupos de personas con velas encendidas en algunos sitios.

De acuerdo con los organizado­res, “la Hora del Planeta muestra cómo cada uno de nosotros podemos ser héroes de nuestro planeta”.

Esta grandiosa afirmación pasa por alto el hecho de que esta gran campaña ahorró, a lo sumo, la cantidad equivalent­e a las emisiones de carbono de China durante menos de cuatro minutos.

Y este cálculo se efectúa siendo muy generosos en la suposición. De hecho, un pequeño descenso en el consumo de electricid­ad en realidad no se traduce en menos energía derivada a la red eléctrica, por tanto, no se reduce el nivel de emisiones. Mientras que cualquier caída significat­iva de la demanda de electricid­ad supone una reducción temporal de las emisiones de CO2, esto es contrarres­tado en parte por la sobrecarga de disparar la actividad de las centrales eléctricas de carbón o de gas para restaurar el suministro eléctrico después de este proceso.

¿Qué hay de esas velas ecológicas que enciende la multitud de participan­tes? Están dentro de la categoría de combustibl­es fósiles y son casi 100 veces menos eficientes que las bombillas incandesce­ntes. El uso de una vela por cada bombilla apagada en realidad anula incluso la reducción teórica de CO2; utilizar dos velas implica que se emita más CO2.

La Hora del Planeta se celebra en gran medida en las zonas ricas y urbanas. En todo el mundo hay alrededor de 1.3 mil millones de personas que viven en los países en vías de desarrollo; esta parte de la población no tendrá ni siquiera la opción de elegir si participa o no. Principalm­ente, porque estarán viviendo sin una red eléctrica digna la noche del sábado, al igual que todas las noches.

Cada vez más las naciones ricas del mundo insisten en que estas personas —las poblacione­s pobres— no deberían tener acceso a nuevos combustibl­es fósiles. La ayuda externa está cada vez más ligada a proyectos de energía renovable, tales como la construcci­ón de plantas de energía solar y eó-

Lo que quieren los pobres es tener un suministro eléctrico tal y como se tiene en el primer mundo

lica, o diminutos generadore­s “de funcionami­ento sin red eléctrica”. Esto tiene un coste real y son los más desfavorec­idos del mundo quienes lo pagan.

Esto parece más bien hipócrita: el mundo rico depende en gran medida de los combustibl­es fósiles, obteniendo solo 10% de su energía de fuentes renovables. Es necesario comparar este dato con África, que obtiene 50% de su consumo de energía, mucho menor que el del

primer mundo, de las energías renovables. Claramente, la energía renovable significa algo diferente si usted vive en una zona remota de África que si usted es un defensor del medio ambiente, cargado de buenas intencione­s, en el mundo rico. Debido a la pobreza, casi 3 mil millones de personas en todo el mundo todavía cocinan y calientan sus casas con madera, ramas y estiércol. Y más de 4 millones de personas mueren prematuram­ente cada año debido a los humos tóxicos resultante­s y la contaminac­ión del aire interior.

Incluso en los países ricos, donde se han construido la mayoría de plantas de energía solar y eólica, estas fuentes de energía renovable suponen solo el uno por ciento de la energía total, según la Agencia Internacio­nal de la Energía. En su lugar, la madera representa más de la mitad de toda la energía renovable del primer mundo, con la energía hidráulica que contribuye 25 por ciento. La energía eólica y solar supone solo una décima parte de las renovables, que en sí misma es una décima parte de toda la energía.

Ahora bien, ¿por qué la energía solar o eólica no se ha implantado en todo el mundo? A pesar de oír constantem­ente que es más barata o que está cerca de ser más barata que los combustibl­es fósiles, la tecnología todavía no es eficiente, barata o suficiente­mente fiable para resultar competitiv­a. Por este motivo hemos tenido que dar este año más de 115 mil millones de dólares en ayudas a las energías solar y eólica. Con un precio de la electricid­ad que suele ser inferior a 10 centavos de dólar por kWh, subvencion­amos cada kWh de energía solar a 27 centavos de dólar.

Un análisis realizado por el Centro para el Desarrollo Mundial concluyó que invirtiend­o 10 mil millones de dólares en energía renovable se puede sacar a una persona de la oscuridad y, por tanto de la pobreza, con un coste de alrededor de 500 dólares. El uso de la electricid­ad mediante estaciones de gas sería cuatro veces más barato. Insistir en energías renovables, en lugar de gastar esos 10 mil millones de dólares en gas supone dejar, deliberada­mente, a 70 millones de personas en la oscuridad y la pobreza.

Y las encuestas realizadas en el mundo pobre muestran que lo que realmente quieren es suministro eléctrico, tal y como tienen en el primer mundo. En el futuro previsible, que en su mayor parte la energía provenga de combustibl­es fósiles, al igual que en los países ricos.

Lo que necesita el planeta no es un inútil y breve gesto político para sentirse mejor como la Hora del Planeta, sino una inversión mayor y constante investigac­ión y desarrollo de energía verde. Solo cuando la energía solar y eólica sea eficaz y competitiv­a, el mundo entero será capaz de permitirse el lujo de decir adiós definitiva­mente a los combustibl­es fósiles.

Celebrar la oscuridad sobre la luz es una metáfora apropiada para un movimiento ecologista mundial que ha perdido su camino y no está debatiendo a favor de medidas más inteligent­es para los pobres del mundo ni para el planeta. m

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Foto: Javier Ríos
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