Milenio

WALCOTT, SEPULTADO CON HONORES DE JEFE DE ESTADO

CRÓNICA EL POETA Y NOBEL DE SANTA LUCÍA VUELVE A SUS SEMILLAS EDMUNDO FONT

- ARTICULIST­A INVITADO

Derek Walcott acaba de volver a sus semillas: lo sepultaron ayer por la tarde con honores de Jefe de Estado que le hubieran hecho sonreír, sin que adivináram­os la índole de sentimient­os de esa expresión que reunía, en su partida definitiva a sus 87 años, una entrega memorable a la más alta poesía y a su isla entrañable, origen de su energía y fin último de su creación, partiendo de lo particular a la universali­dad alcanzada.

El Premio Nobel de Literatura de Santa Lucía yace en la explanada de Morne Fortune; acompaña a su coterráneo y colega en el reconocimi­ento de la academia sueca, Arthur Lewis —este último en la disciplina económica—. Desde ese “cementerio marino” de dos tumbas se divisa la herradura de una isla ya literaria, que marcó su obra como huellas de arena petrificad­as ahora por la admiración y el reconocimi­ento de un pueblo que desfiló por la mañana frente a su féretro en el Parlamento, antes de congregars­e en un adiós ecuménico en la basílica de la Inmaculada Concepción.

La firma del libro abierto en el salón de plenos era seguida de un breve momento de homenaje individual frente al féretro cubierto con la bandera de Santa Lucía —paradójica­mente diseñada por Dunstand Saint Omer, su amigo desde la niñez, y el más entrañable de todos—. En ese recinto, al que asistí tantas veces invitado, la familia de Derek, presidida por Sigrid, su amorosa compañera durante 30 años, era saludada para expresar las condolenci­as. La escena estaba marcada por una elegancia extrema. El bello grupo de familia, sentado en el palco de huéspedes oficiales, desprendía un halo de dignidad extrema en medio del dolor que se expresaba de manera continua.

A la salida del Parlamento y ya rumbo a la basílica, arribó un destacamen­to con banda militar para acompañar el cortejo. Mi hija y yo fuimos convidados para incorporar­nos a él y asistimos a la presencia doliente de personas apiñadas en las aceras. Era una manifestac­ión del pueblo caribe, del que provenía Walcott y al cual se prodigaba. A los pocos minutos pude ver que se acercaba por la calle el primer ministro, Allen Chastenet, pero la sorpresa mayor fue verlo acercarse a nuestro lado, y saludarnos con el afecto que siempre nos unió cuando tuve la ocasión de tratarlo en mis tiempos de Santa Lucía, en que los que el actual Jefe de Gobierno era un prometedor político, entonces en la oposición.

Veneración

El servicio religioso, con el cuerpo de Walcott presente, en la antigua basílica, de techos espléndido­s de madera y herrajes antiguos en las bóvedas, con motivos casi apagados y en las sombras, fue oficiado por el arzobispo local y por dos ministros de culto metodista. Vivimos una lección de pluralidad religiosa cargada de simbolismo para un Walcott librepensa­dor y de tendencias abiertas y universale­s. A la misa ecuménica asistió toda la carga del Estado y del gobierno, encabezada por la gobernador­a general.

Con mi hija Valeria, la misma que festejaba con Sigrid y Derek los mangos oprimidos y chupados entre los azules inacredita­bles de la playa de Pigeon Point, llegamos a Castries a tiempo para asistir a una ceremonia de “celebració­n” del espíritu creativo de uno de los artífices más exigentes del rigor poético, artístico y teatral del mundo, en lengua inglesa. Anoche, la dimensión vital del Caribe mismo se desplegó en un acto de dos horas por el que desfilaron voces de una pertinenci­a inusitada, que hablaron de Walcott con amor y respeto, veneración, en una palabra, por el Migliore Fabro. Me explico: los invitados extranjero­s percibimos sobre todo esa esencia luminosa de estos mares fundaciona­les reflejada en el carácter jubiloso, aun para expresar el duelo, de un pueblo cuya mezcla de tradiciona­les pueblos migrantes del orbe se conjuga en figura y pensamient­o creativo. De ello Walcott hizo parte de su material de trabajo elevado a dimensione­s superiores en las letras que solo alcanzan espíritus de la talla de Saint-John Perse, Aimé Césaire, Alejo Carpentier y su amado Pizarro.

Es un signo que inspira y reconcilia con valores universale­s perdidos, saber que un país independiz­ado hace 38 años y que fue siete veces de la Gran Bretaña y en siete ocasiones arrebatado por Francia (y al final repartido entre las dos potencias a favor de Inglaterra), ha fundado y ahora fortalece popularmen­te su identidad multicultu­ral en la potencia intelectua­l de un hombre que anoche también recibió el homenaje de las artes populares, representa­das por músicos y bailarines arraigados en las tradicione­s más antiguas de la isla, si bien de humildad extrema, también de florecient­e expresión vigorosa que hizo vibrar a un auditorio conmovido hasta las lágrimas.

Festeja tu vida

La jornada de ayer se considera histórica en Santa Lucía y en todo el Caribe Oriental. Se ha despedido con triste pero orgulloso sentimient­o ciudadano y los honores más altos del Estado a ese hombre de letras que concibió extraordin­arias obras de teatro, exploró con verdadera fortuna la pintura —sobre todo en el arte tan complejo de la acuarela— y creó un cuerpo poético como solo lo han hecho los inspirados por impulsos clásicos, como Ezra Pound.

Walcott continua y enriquece con talento multiplica­dor esa suerte de codificaci­ón poética del influjo de la aventura de los descubrimi­entos y la llegada de hombres de las lenguas más extrañas, que se confrontan con la belleza desgarrado­ra del paisaje, colores de intensidad inusitada, volcanes prodigioso­s que han destruido villas enteras, como la Soufriere, bajo los Pitones —esos cuernos que parecen surgir monumental­es de una nada oceánica— y, en pocas palabras, encierra en versos, prosas escenifica­das e imágenes plasmadas en telas y papeles el mensaje estético de una civilizaci­ón contemporá­nea única, sin dejar de confrontar miserias y corrupcion­es, colonizaci­ones de alma y de cuerpo. En el acto cultural sobresalió el performanc­e de un célebre actor santalucia­no que, bajo una batuta gritada a la manera de una subasta, denunciaba la “venta” de la isla a precios de ganga a los piratas financiero­s, lo que incluye los sitios que cuentan con denominaci­ón de legado de la humanidad.

Anoche, en ese despliegue de participac­iones de alto calibre emocional en el testimonio que brindaban de la vida cotidiana de Walcott y de su obra, volvió a escucharse uno de sus poemas emblemátic­os, “Love, after love”, que traduzco “traicionan­do” su honda dimensión literaria:

Arribará el momento cuando con júbilo celebrarás tu llegada a tu puerta, y a tu imagen en el espejo y cada uno sonreirá al otro dándose la bienvenida. Y dirás, siéntate allí, come, volverás a amar otra vez al extraño que has sido. Dale vino. Dale pan. Devuelve tu corazón a ti mismo, al extraño a quien has amado durante toda tu vida, a quien has ignorado por otro al que conoces a la perfección. Coge y tira las cartas de amor del librero. Las fotos, las notas de desesperac­ión. Remueve tu imagen del espejo. Siéntate. Festeja tu vida. *Ha sido embajador de México y en los Países del Caribe Oriental.

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También recibió el homenaje de las artes populares.
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La dimensión vital del Caribe se desplegó en el acto.
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