PRESEA DEL INBA A AGUILAR CAMÍN
“El país, más grande que sus males, más vital que sus vicios”
Entre las pasiones literarias e intelectuales que dominan la vida de Héctor Aguilar Camín hay dos cosas que lo habitan: su familia y México. A ellos se refirió durante la noche en que recibió la Medalla Bellas Artes, en una ceremonia celebrada en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, donde el escritor y periodista recordó, primero, que se había hecho escritor para contar la historia de su casa.
“No fue una decisión artística, fue una necesidad melancólica, una larga, demorada, urgencia vital. Mi literatura ha cojeado siempre de ese lado, que José Revueltas llamaría el lado moridor, el lado de la pérdida, el lado del destino que, según la metáfora árabe, ‘atropella a los hombres como un camello ciego’. La metáfora alude al azar, adverso e independiente de nuestra voluntad, pero creo que todos somos nuestro propio camello ciego.”
Ante familiares, amigos, lectores, compañeros de andanzas editoriales y periodísticas, el colaborador de MILENIO reconoció que la historia de su casa, como quizá la de todas las casas, tiene el resplandor de una pérdida: recobrarla, volver a ella, una vez y otra, de distinta manera.
“Sin la literatura, sin las historias que he podido escribir —perpetrar, diría Borges—, mi vida sería infinitamente más pobre de lo que es y más ignorante de sí misma. Sé muy bien del saber y de la alegría que hay en escribir y del gesto inmodesto de creer que la escritura puede bastarse a sí misma para corregir al mundo.”
Por sobre todas las cosas, dijo Aguilar Camín en esa primera parte de su discurso —luego de recibir la Medalla Bellas Artes de manos de la directora general del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), Lidia Camacho—, se hizo escritor de la boca de su madre y de su tía, “por contagio de sus palabras, por extensión del vigor y la alegría con que aquellas hermanas contaban, una y otra vez, la historia del regreso del loro desplumado que el ciclón se había llevado por los aires en Cuba; o la historia de la noche en que mataron en el silencio de los grillos de Chetumal a Pedro Pérez”.
México en la escena
Héctor Aguilar Camín se dijo reconciliado con su necesidad de completar la historia de su casa, la familiar, no así con la otra, a la que llamamos México y cuyo balance sobre la historia y el futuro de México sigue siendo también una historia del lado moridor, “una historia de ilusiones perdidas y vueltas a ganar”. “Hemos soñado de más y conseguido de menos. México será algún día un gran país, moderno y hospitalario para la mayoría absoluta de sus hijos, pero no lo será por aciertos que se hayan cometido en el curso de mi generación, no al menos por una historia de aciertos sostenidos. “Hemos intentado todas las fórmulas probadas en otros países para dejar atrás el subdesarrollo y las hemos vuelto insustanciales, insuficientes, ineficientes, cuando no parodias perniciosas, llenas de resultados contrarios a los buscados. Estamos lejos de ser el país próspero, equitativo y democrático que se propuso construir mi generación”.
Renovar, cambiar...
Al tiempo de aceptar que el país que su generación legará es inferior al que pudo construir, “equivocándose menos”, el historiador llamó a “renovar el contrato y cambiar al constructor, aliviar —como quería Gramsci— el pesimismo de la inteligencia con el optimismo de la voluntad”. “Me consuelo pensando que el país es más grande que sus males, más vital que sus vicios y más inteligente que las ilusiones de sus hijos”, enfatizó Héctor Aguilar Camín, para quien los últimos meses han sido de fiesta: en noviembre recibió el Premio Juan Pablos al Mérito Editorial, y en la pasada Feria Internacional del Libro de Guadalajara recibió el Homenaje Nacional de Periodismo Cultural Fernando Benítez.
A ello se suma la entrega de la Medalla Bellas Artes, uno de los máximos reconocimientos otorgados por el INBA, durante una ceremonia en la que su titular, Lidia Camacho, leyó unas palabras de la secretaria de Cultura, María Cristina García Cepeda, en las que reconoció el espíritu de cronista de su tiempo, “su sorprendente capacidad para tender su puente de ideas entre el pasado y la actualidad”. “Héctor Aguilar Camín se ha dado a la búsqueda de la exactitud de las palabras y de la efusión de los recuerdos. Eso celebramos al entregarle la medalla Bellas Artes.”
Para celebrar al escritor, dos personajes que lo han acompañado las últimas décadas; uno, Luis Miguel Aguilar, como el hermano menor que lo ha seguido en las lecturas, que lo ha espiado en aquel mismo cuarto de la Condesa que compartían, y quien trajo al presente las diferentes ocasiones en que Héctor se enfrentó al “tribunal de doña Emma”, se madre.
Rafael Pérez Gay, uno de sus lectores minuciosos, pero también uno de sus compañeros más cercanos en sus andanzas periodísticas y editoriales desde hace 35 años, tiempo en el que al lado de Héctor Aguilar Camín, han aprendido que “en el mundo de la edición, de la prensa, de la vida misma, sin esperanza no crecen los olivos”.M