Terror en la iglesia
Dígame, por favor, que usted también está viendo Esclavos de la cienciología todo los martes a las 22:00 por el canal A&E.
¿No se le hace la cosa más fascinante del universo? Yo, la verdad, no le tenía nada de fe.
Me dijeron: Álvaro, se va a estrenar en los cables y las antenas directas al hogar una especie de reality show sobre el lado oscuro de la cienciología.
¿Y qué fue lo que respondí? ¡A quién le puede importar eso! Esto es México. Aquí tenemos otras necesidades. La televisión está pasando por un momento diferente.
Bueno, más me tardé en decir que no que Esclavos de la cienciología en dejarme con la boca abierta.
Aunque usted sepa o no sepa de este tema, aunque tenga que ver o no con este tipo de situaciones, lo tiene que ver porque lo tiene que ver.
¿Por qué? Por dos razones fundamentales:
Primero, porque aplica para un montón de conflictos que los hombres y mujeres que vivimos en este país estamos padeciendo hoy como el fanatismo religioso, la trata de personas, el fraude, la corrupción, la tortura, la mentira y el abuso sexual.
Y segundo, porque es prácticamente imposible que una denuncia de este tipo se produzca en los diferentes canales que integran nuestra televisión.
Hay demasiados intereses alrededor de esta clase de cuestiones. Esclavos de la cienciología es un ejercicio de libertad editorial hipervaliente, insólito.
Así que mírelo, gócelo y atesórelo mientras pueda.
¿Qué es? Me encantaría des- cribírselo como lo describen mis colegas de Estados Unidos, pero nuestro contexto es otro. Lo de allá no aplica igual.
Esclavos de la cienciología es una serie documental, calidad mundial, en donde una muy joven, hermosa y popular actriz que vivió entregada a esa, llamémosla filosofía, decide contar su historia y la de muchas otras personas.
El pequeño detalle es que lo que todos ellos narran no son historias de fe.
Son historias de terror plagadas de elementos iguales o peores que los que provocaron el escándalo de los sacerdotes pederastas en la Iglesia católica. ¿Se acuerda?
Y como los que hablan en este proyecto estaban verdaderamente entregados a la cienciología el resultado se vuelve cuatro veces más apasionante, polémico.
Créame que esto es algo muy fuerte, muy humano y que se presta para muchas lecturas que no se puede perder.
Además, están involucradas varias de las más grandes luminarias de Hollywood.
Luche por verlo esta noche. Le va a encantar.
Televisión abierta, televisión de paga
A propósito del canal A&E, quisiera recomendarle la nueva temporada de la serie NCIS:LA que pasa todos los domingos a las 22 horas.
La razón no tiene nada que ver con las cuestiones obvias como la adrenalina, la producción o los resultados.
Quiero que vea esto porque, aunque en México lo sintonizamos a través de los cables y de las antenas directas al hogar, es, de origen, televisión abierta.
Y en su esquema de televisión abierta se esconden las claves de lo que es y debería ser la comunicación con esa pantalla en particular.
En contraste con otras producciones que fueron diseñadas por y para la televisión de paga como Feud: Bette and Joan, NCIS:LA fue concebida para jalar rating, para vender a través de cortes comerciales y para retener e incrementar audiencias bajo un esquema legal limitado.
Mientras que aquí la mayoría de los productores se atarantan cuando se enfrentan a esa realidad, los creativos de esta serie le sacan un provecho bárbaro.
Por eso todo el tiempo están bombardeándonos con estímulos visuales y sonoros.
Tienen que llamar nuestra atención. Tienen que hacer que la gente los voltee a ver frente a las opciones de muchos otros canales y plataformas.
Por eso su estructura está llena de enigmas que nos invitan a participar, que van evolucionando conforme avanzan los capítulos.
La idea es que nos quedemos ahí, picados, con ganas de querer saber más pero, con unas pausas lo suficientemente bien planeadas, como para que entren los anuncios sin que se caiga el suspenso.
Y por eso tenemos tantos personajes, tan distintos, para tantas audiencias, pero siempre en la promoción de valores positivos, dejándole algo a la gente, impidiendo que aquello se convierta en una promoción del delito.
¿A dónde quiero llegar? A que sí se puede hacer una televisión abierta que venda, que funcione, que se apegue a las leyes y que al mismo tiempo haga aportaciones artísticas.
La cosa es no agarrar de pretexto las características de esta ventana para hacerlo mal, para hacerlo chafa, negativo, corriente.
Si los señores de NCIS:LA pueden, claro que los productores de Televisa, Tv Azteca e Imagen Televisión pueden. ¿O usted qué opina?
Mientras lo hace, por favor, tome nota de que los nuevos capítulos de esta joya de la televisión abierta estadunidense ya están en A&E y que valen mucho, muchísimo la pena. De veras que sí.