Gracias y adiós a MILENIO
En octubre de 2007, mi querido amigo Ciro Gómez Leyva me llamó para invitarme a escribir una columna semanal en MILENIO Diario. Me reuní con su director Carlos Marín, quien me dio una cálida y entusiasta bienvenida. Desde entonces, solo conocí amabilidad, respeto a mi trabajo, libertad absoluta y un trato que nunca dejaré de agradecer.
Le debo a MILENIO este espacio para ver la realidad y abordarla desde un género periodístico que era inédito para mí. Pronto me di cuenta de que la columna se publica cada semana, pero se trabaja todos los días, las 24 horas, a la caza atenta de temas, de información, de historias, de ideas, de estampas, de frases y de sueños. Así, durante diez años, la columna se hizo forma de vida.
El 8 de marzo pasado recibí una llamada del director del diario. Todos los medios, en México y en el mundo, están realizando ajustes para hacer frente a una crisis económica que tiene que ver con la transición de la vida hacia el entorno digital. Y MILENIO, me informó, pediría a sus colaboradores comprensión porque el pago se reduciría sustancialmente a partir de ahora.
Llevo 38 años en este apasionante oficio del que se aprende algo nuevo todos los días. Me inicié en las máquinas de escribir de unomásuno; viví el cambio a la computadora en La Jornada y el tránsito a las redes digitales en MILENIO. La tecnología exige actualización continua, pero en el devenir de los cambios hay valores que permanecen, de ahí que la nueva medida económica me resulte inaceptable. Hoy propongo reflexionar si en tiempos tan duros para el periodismo, cuando más de 100 colegas han sido asesinados desde el año 2000; cuando muchos reporteros, como Miroslava Breach, se juegan la vida todos los días para que estemos informados, cuando la verdad se debate con la ficción y necesitamos alimentar la credibilidad, el camino para salvar a los medios sea el empobrecimiento del gremio. Lejos de eso, creo que la revaloración del periodismo profesional es urgente. Y que necesitamos más creatividad para reinventarnos hacia el futuro con dignidad.
Por eso, por respeto a mi trabajo y por respeto al gremio, prefiero despedirme. Con gratitud para Francisco D. González, Carlos Marín, Claudia Amador, José Luis Martínez S. (un privilegio colaborar con él en Laberinto), Jorge Moch y Mario Fuantos, artistas que me acompañaron, y a los colegas que aquí conocí y me alegraron la existencia. Gracias a los lectores que son nuestra razón de ser, para ellos mi abrazo más fuerte con un deseado hasta
pronto. M