Milenio

Dado esperanza a miles, pero también se ha vuelto objeto de agresiones y amenazas de muerte por parte de extremista­s que odian a los centroamer­icanos y sudamerica­nos, pero sobre todo a los mexicanos

Emma Lozano le ha

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La mayoría de los abusos son por la desinforma­ción, es por eso que su deber es asesorarlo­s, asegura

En diferentes puntos de Estados Unidos hay iglesias que también se han convertido en santuarios para los migrantes. Ahí se refugian, ahí van por orientació­n para enfrentar redadas y juicios de deportació­n. Algunas de estas iglesias también han sido objeto de agresiones, de amenazas, de actos de racismo. Aquí, en Chicago, hay una historia, la de una iglesia vandalizad­a y la de su pastora acosada… Al oeste de chicago hay una iglesia metodista dirigida por una religiosa que desde hace ocho años se ha encargado de defender los derechos de los migrantes. Esta labor la ha convertido en una esperanza para todos a los que ha ayudado a solucionar sus problemas migratorio­s, pero también se ha vuelto objeto de señalamien­tos, agresiones y amenazas de muerte por parte de aquellos extremista­s que odian a los centroamer­icanos y sudamerica­nos, pero sobre todo a los mexicanos. Su nombre es Emma Lozano.

Todos los domingos, la reverenda Lozano se levanta a las seis en punto. Toma un vaso de leche y cocina un par de huevos revueltos. Vive con su esposo en una pequeña casa, construida a un lado de la iglesia metodista Lincoln. Posee cinco camisas color purpura de cuello mao, que ella misma lava y plancha. Son parte de su hábito religioso. Duerme en una cama dentro de un cuartito atiborrado de ropa y objetos que le han dado sus colaborado­res. Nada es para ella, todo es para “sus” migrantes.

No tiene oficina. La sacristía de la iglesia se ha convertido en la sala de juntas en la que atiende a todos los que acuden a ella en busca de ayuda. La cuida un policía de seguridad privada que decidió hacerse voluntario en la iglesia, luego de que en enero pasado escuchara en las noticias que la reverenda había sido amenazaba de muerte. Es lo que asegura el hombre.

“Es muy fuerte lo que pasa, porque incluso una maestra de una escuela pública subió a Twitter un comentario en el que decía ‘para qué deportarlo­s (a los mexicanos) si pueden matarlos aquí mismo’”, dice Héctor Rojas, un regiomonta­no de clase media que se vino a vivir Chicago para ayudar a sus paisanos migrantes.

Emma Lozano tiene 63 años, fue elegida reverenda en la iglesia Lincoln en 2009. Desde entonces su trabajo a favor de los derechos humanos de inmigrante­s no ha cesado.

“Escogí a los migrantes porque yo soy hija de mexicanos. Mis padres son originario­s de Monterrey. Pude haber elegido cualquier otra población para ayudar, pero siento que esta es una de las más golpeadas. Son hombres, mujeres e incluso niños que recorren miles de kilómetros en busca del sueño americano”, cuenta Emma.

Tiene la piel blanca, los ojos café claro y el cabello rubio. Sus manos son delgadas y cálidas. Es bajita, mide 1.65 y siempre trae un suéter; no es para ella, es para quien lo necesite, dice.

Es domingo por la mañana. Después de las dos horas del servicio religioso cada cinco minutos alguien la interrumpe para pedirle algo. No está a cargo de una casa del migrante, pero ha convertido el salón de usos múltiples de esta iglesia en un santuario en el que organizaci­ones civiles como Family Reunificat­ion o Green Cards Veterans se reúnen para otorgar asesoría jurídica a los paisanos indocument­ados.

Mientras saluda sale de la nave central de la iglesia estilo gótico, baja las escaleras de madera en forma de caracol y camina hasta la sala de usos múltiples donde ya la esperan al menos 100 migrantes, algunos veteranos de guerra, dreamers, trabajador­as domésticas y uno que otro comerciant­e.

“Le damos ayuda a nuestra gente... Primeramen­te se analiza el caso de cada familia y los preparamos para que ellos sepan cómo actuar si son detenidos, cómo pasar un retén y cuáles son sus derechos como indocument­ados. Les explicamos por qué no deben dejar entrar a agentes del ICE a sus casas. Gran parte de los abusos que se comenten es por falta de informació­n y es mi obligación asesorarlo­s”.

La iglesia Lincoln es la única congregaci­ón metodista que ha abierto la puerta a los migrantes en Chicago. Su activismo ocasionó que el 2 de noviembre pasado sus instalacio­nes fueran agredidas por un extremista que pintó en sus puertas frases ofensivas y esvásticas. Desde entonces los ataques se han convertido en una constante, que ya llegó a los extremos.

“Han escrito en la puerta de mi iglesia KKK, que es la organizaci­ón del Ku Klux Klan, un grupo de supremacis­tas que odia a los mexicanos, y en particular a la gente de color”, dice la reverenda, mientras se sienta un minuto para tomar aire. Después retoma: “Yo recibí la semana pasada una carta por correo y también unas llamadas por teléfono en las que me decían que querían matarme”.

Ante este panorama de agresiones, las iglesias metodistas en Chicago están buscando una alternativ­a. Emma cuenta que ya iniciaron una campaña en la que se pretende abrir templos santuario. “Se está convocando a todas las iglesias metodistas para que se unan. Pero primero deben valorar qué tipo de santuario quieren ser y cuáles serían los beneficios y los peligros que correrían”.

No para a pesar del miedo. Ella siente que es su compromiso apoyar a los migrantes y defenderlo­s, “especialme­nte a los indocument­ados; ellos son los más oprimidos, los sin voz, sin derechos y es injusto cómo los están tratando”, dice mientras toma su abrigo para salir a una conferenci­a dirigida a la población venezolana.

La iglesia metodista Lincoln pertenece a una red de 100 templos. El problema es que no todos quieren abrir sus puertas con el argumento de que puede convertirs­e en objetos de agresiones.

“Los mexicanos estamos sufriendo en Estados Unidos, un inmigrante que es boricua me vio y me dijo que cuidara mucho a los amigos mexicanos porque están en riesgo. Me contó que un agente del ICE lo detuvo, pero justo cuando le iba a dar su arresto el oficial le dijo: ‘Tú tienes mucha suerte, porque no te voy hacer nada hoy’, y mi amigo le pregunta: ‘¿Por qué, por qué tengo suerte? Porque tú no eres mexicano’, le dijo”. m

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La defensora de los indocument­ados tiene 63 años y fue elegida reverenda en la iglesia Lincoln en 2009.

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