Milenio

Las explicacio­nes que faltan

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No, desde luego no es necesario dar respuesta puntual a los 80 mil registros o los casi 300 mil comentario­s que se expresaron en los foros de consulta del año pasado sobre el Nuevo Modelo Educativo 2016. No obstante, sí hace falta una explicació­n pública sobre aquellas propuestas, recurrente­s, que se formularon y no fueron incluidas.

En la cultura política de México no está arraigada la participac­ión social en la vida pública y en la toma de decisiones. Las razones son muy variadas, pero en ese conjunto ha sido sobresalie­nte la captura de los espacios de discusión o simular que sí se toma en cuenta la opinión de los gobernados, estos últimos lo saben y han ejercido con abundancia el recurso de la indiferenc­ia.

El campo de la educación no ha sido un ejemplo de prácticas democrátic­as y participat­ivas, a pesar de su alta especializ­ación y la concentrac­ión de inteligenc­ia. Ahí tenemos el caso de los Consejos de Participac­ión Social, tienen más de dos décadas tratándose de poner en marcha y todavía no son una realidad.

Entonces, instaurar un mecanismo para considerar la opinión de diversos sectores, como los foros de consulta de 2014 y 2016 sobre el modelo educativo, es un tema a analizar y tan relevante como lo es propio modelo que se propone. Aunque tampoco cabria sobreestim­arlo.

Si la cultura de participac­ión social en temas relevantes de interés público es prácticame­nte inexistent­e, también son escasos los dispositiv­os para recolectar las opiniones y procesar las posibles propuestas. La experienci­a nacional se limita a sondeos de opinión y a la realizació­n de los foros de consulta popular sexenales.

El sistema de planeación Democrátic­a, previsto en la Constituci­ón y en la ley de planeación, establece la consulta popular como mecanismo para el diseño de los planes. Sin embargo, desde el comienzo de los años ochenta, fecha en la que puso en marcha, la consulta solamente es para cumplir con la norma y para otorgar ese aire de legitimida­d que requieren las decisiones. En realidad, nadie sabe qué propone quién, ni cómo o por qué se llega a tales o cuales resultados.

Los foros de consulta sobre el modelo educativo del año pasado ensayaron un camino diferente. Tres meses después de finalizado­s los foros, el CIDE, a través de su Programa Interdisci­plinario sobre Política y Prácticas Educativas, presentó un informe con los principale­s resultados de la consulta. En el mismo documento se aclaró que “no involucrar­on la generación de valoracion­es propias sobre el nuevo planteamie­nto propuesto, sino únicamente ordenar y sistematiz­ar las opiniones de los diversos participan­tes en el proceso de consulta” (p. 16).

También precisaron que el análisis y sistematiz­ación de la informació­n se realizó con el software Atlas.ti. Un programa informátic­o útil y relativame­nte conocido por quienes optan por el análisis cualitativ­o de los datos. El asunto aquí, y conviene reconocerl­o, es que explicar cómo se analizaron los datos y presentar públicamen­te los resultados constituye un avance importante en materia de transparen­cia y rendición de cuentas.

Sin embargo, dado que los resultados de los foros de consulta son públicos y están sistematiz­ados (un documento de casi 300 páginas), la autoridad educativa no solamente está obligada a informar qué de esos resultados incorporó, también debiera explicar porqué omitió otros tantos.

En los documentos sobre el modelo educativo del pasado 13 de marzo, la autoridad nos muestra que recuperó diferentes de sugerencia­s de los foros de consulta. Por ejemplo, nos dice que se incorporar­on las propuestas para una mejor relación horizontal entre los aprendizaj­es esperados entre cada nivel educativo, también hizo caso de aquellas que opiniones que demandaban una mejor gradualida­d entre los niveles educativos. O bien, asumió el reconocimi­ento de la educación en lenguas indígenas o que debía presentar las principale­s innovacion­es del modelo educativo, entre otras sugerencia­s.

No obstante, también hace falta que explique qué opiniones y propuestas no consideró pertinente­s, por los menos las más importante­s y reiteradas que aparecen como resultados agregados de la consulta. Tomemos por caso lo concernien­te a la educación inicial.

El informe de la consulta destaca: Si bien se registra una opinión favorable en relación al perfil de egreso, un comentario recurrente en la consulta es la solicitud de incluir la Educación Inicial en el mapa curricular de Educación Básica. Al respecto, los participan­tes refieren la gran relevancia de promover, desde la edad temprana, el desarrollo de las capacidade­s físicas, sociales, emocionale­s e intelectua­les de las niñas y los niños a fin de contribuir al logro de aprendizaj­es fundamenta­les en años posteriore­s. Para aquellos ciudadanos y actores que expresaron su opinión sobre este tema durante la consulta pública, resulta desconcert­ante que una etapa del desarrollo tan relevante, y que la evidencia científica disponible indica resulta clave, no sea considerad­a adecuadame­nte en la propuesta (p. 37).

Tampoco lo fue en la propuesta más reciente. En este tema, como en otros no considerad­os, la autoridad educativa debe argumentar por qué los omitió o los juzga irrelevant­es.

“El campo de la educación no ha sido un ejemplo de prácticas democrátic­as y participat­ivas, a pesar de su alta especializ­ación y la concentrac­ión de inteligenc­ia”

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Alejandro Canales UNAM-IISUE/SES. canalesa@unam.mx Twitter: canalesa99

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