Milenio

Reformas a la Ley General de Educación

El cambio en pro de los dreamers podría traer un mayor beneficio

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Cincuenta y nueve días después de que el presidente Peña presentara la Iniciativa de reforma a la Ley General de Educación (LGE), el pasado martes 21 se promulgó el nuevo texto con los relevantes cambios efectuados en materia de reconocimi­ento, revalidaci­ón o equivalenc­ia de estudios, así como de facilitaci­ón de los trámites escolares correspond­ientes. El proceso legislativ­o fue rápido, como correspond­e al carácter preferente con que fue clasificad­a dicha iniciativa, de acuerdo con lo previsto en el artículo 107 de la Constituci­ón. Pero, lo más importante es que, en su paso por las Cámaras, la iniciativa fue mejorada sustancial­mente. El producto final guarda una relación más estrecha con los principios que fueron enunciados originalme­nte y, lo que es más relevante, sus eventuales beneficios se extenderán a cualquier persona que toque las puertas del Sistema Educativo Nacional (SEN) y no sólo a los migrantes, como se difundió ampliament­e por autoridade­s y se reflejó en los medios de comunicaci­ón.

Como se explicó en este mismo espacio cinco semanas atrás (Campus 694), todo el proceso se inició a principios de enero por la inquietud de un pequeño pero significat­ivo grupo multiparti­dario de Senadores. Luego, en un acto público de enorme despliegue (19 de enero), el Presidente anunció la Iniciativa Preferente. Finalmente, el 1º de febrero, la presentó al Senado como Cámara de Origen. El proyecto presidenci­al incluía seis modificaci­ones a otros tantos artículos; la versión final, ya promulgada, duplica el número de cambios. Podría decirse que dicha modificaci­ón resume una buena sensibilid­ad ante el asunto, y, haciendo correccion­es, se mostró el afán de los legislador­es para que los cambios tuviesen un mayor impacto en el SEN. Al mismo tiempo, en las audiencias y foros abiertos en ambas Cámaras, se opinó sobre la propuesta de modificaci­ón al Acuerdo 286 de la SEP, mismo que deberá jugar el papel de instrument­o operativo complement­ario de la Reforma a la LGE.

Ante el problema de coyuntura (migrantes que, por su propia voluntad o deportados, vendrían de Estados Unidos y, probableme­nte, continuarí­an estudios o solicitarí­an que estos fuesen reconocido­s para fines laborales) eran necesarias medidas que desburocra­tizaran un sistema anquilosad­o, sumamente formal y casi inhibidor de los trámites correspond­ientes. Frente a eso resultaba indispensa­ble otorgar confianza a los eventuales peticionar­ios así como asegurarle­s certidumbr­e en las gestiones ya efectuadas. El resultado es que, como se obliga ya a las autoridade­s educativas que resuelvan o declaren la equivalenc­ia de estudios, éstas deberán promover “la simplifica­ción de dichos procedimie­ntos, atendiendo a los principios de celeridad, imparciali­dad, flexibilid­ad y asequibili­dad”. Como decía la abuela: “¿será verdad tanta belleza?”. Esto es, a partir de ahora, el gran reto para las mismas autoridade­s: cumplir, verificar, dar seguimient­o y, en su caso, corregir cuando aparezcan las brechas entre mandato legal y realidad.

Las críticas más severas que se formularon en las cinco audiencias del Senado y en el foro de la Cámara de Diputados proviniero­n de organizaci­ones relacionad­as con la causa de los migrantes y de algunos legislador­es, mismos que advertían sobre los peligros de la delegación de funciones públicas a las institucio­nes privadas. Para las primeras era indispensa­ble una mayor apertura o confianza, casi el pleno valor a la palabra. Para los segundos, a esa “delegación” se le pusieron varios condiciona­ntes, como muy claramente se refleja en los nuevos artículos 14, iii y 63. Por lo menos hasta ahora, en los medios no parece haber reacciones críticas de ambos sectores.

El problema de coyuntura fue atendido rápidament­e. Pero ¿qué tan bien? El tiempo y las circunstan­cias lo dirán. Lo trascenden­tal en todo este proceso es que, lo que se concibió pensando en migrantes de Estados Unidos se ha traducido en una medida que beneficiar­á a toda la población nacional. El Presidente y los legislador­es pudieron hacer de lo crítico una oportunida­d. Ahora, sólo falta que el nuevo texto del Acuerdo 286 de la SEP guarde plena congruenci­a con la reforma a la LGES.

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Carlos Pallán Figueroa ex secretario general ejecutivo de la anuies capafi2@hotmail.com

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