Mi acercamiento a la pintura, poético, afirma Mario Lavista
Es subjetivo, “simplemente trato de imaginar qué sucede dentro de un cuadro, qué se escucha”, dice el compositor en entrevista
Para el compositor Mario Lavista “existe correspondencia entre las diferentes artes y, naturalmente, hay vasos comunicantes entre la música y la pintura”. Prueba de esta idea es su disco más reciente, Música para un árbol. En torno a la obra de Sandra Pani (Tempus Clásico/ El Colegio Nacional, 2017), donde recurre a la práctica cotidiana de enriquecerse con otras artes.
El disco, que contiene dos obras creadas a partir de la obra plástica de Sandra Pani, será presentado hoy a las seis y media de la tarde en El Colegio Nacional como parte del Festival del Centro Histórico de la Ciudad de México. También se llevará a cabo un homenaje a Karlheinz Stockhausen, donde el ensamble del Cepromusic tocará Kontra-Punkte y Tierkreis, del compositor alemán, así como Bocetos para una rama (de Sandra), obra contenida en el disco que también incluye Música para un árbol.
El músico, que en 1998 ingresó al Colegio Nacional, asegura en entrevista que su relación con la pintura “no es un acercamiento desde el punto de vista científico. Nunca me ha interesado hacer una obra en la que el azul corresponda a tales ondas sonoras, que el azul sea el La y el rojo el Re... No, mi acercamiento a la pintura es mucho más subjetivo, yo diría poético. Simplemente trato de imaginar qué sucede dentro de un cuadro, qué se escucha...”
Hace algunos años, la pintora Sandra Pani le pidió componer una obra específicamente para una exposición en la Universidad Iberoamericana. Lavista escri- bió Música para un árbol, obra en la que participaron Verónica Murúa en la voz, Horacio Franco en la flauta dulce y Bozena Slawinska en el violonchelo. Él tocó un thai gong para señalar algunos cambios y, en algunas versiones de la obra, se agregó un piano preparado que tocaba Jorge Torres.
Lavista afirma que si algo le atrae de la obra de Pani “es que se trata de una pintura en la que no está muy claramente definido el límite entre lo que es figurativo y lo que no es figurativo. Hay ciertas partes de su pintura que son francamente abstractas y otras que son figurativas. Esos dos mundos siempre están conviviendo en su pintura”. ¿Cómo resolvió esto musicalmente? Esto lo traduciría yo, en el terreno musical, en el tener temas melódicos, reconocibles, o no tenerlos. La obra que escribí, Música para un árbol, tiene esas fronteras muy diluidas entre lo que es temático y lo que no es temático. Está escrita como una obra abierta. Con esto quiero decir que no hay partituras, solo particellas. Yo propongo al flautista, por ejemplo, una serie de frases que él puede tocar en el orden que quiera, y que se combinan con otra serie de frases que está tocando, por ejemplo, la chelista, independientemente del flautista. La pieza cambia en cada interpretación. Sí, porque las coincidencias siempre son diferentes. De ahí que no sea necesario tener una partitura, porque es una pieza totalmente móvil. La partitura sería la obra que se grabara en ese momento dado porque no existe una partitura previa. Hay nada más proposiciones para que el intérprete toque lo que está escrito, pero también que él mismo vaya armando la forma musical en relación a lo que está escuchando de los otros instrumentistas.
“La pieza da cuenta, de alguna manera, de lo que escuché al ver las grandes telas de Sandra”
¿Qué nos puede decir de la otra obra? Otra experiencia que he tenido con la pintura de Sandra fue en su exposición Denudatio perfecta, que presentó en la Antigua Escuela de Medicina. Allí encargó obra a varios compositores mexicanos, como Javier Álvarez, Jorge Torres, Víctor Ibarra y otros, y yo escribí Bocetos para una rama (de Sandra). La pieza da cuenta, de alguna manera, de lo que escuché al ver las grandes telas de Sandra. Junto con las piezas de los otros compositores. Cuando escribo estas obras basándome en la pintura, o en un cuadro, se trata de una música utilitaria, es decir, mi música debe estar al servicio de eso que yo estoy viendo. En cambio, cuando compongo una obra de concierto tengo como punto de referencia la música misma. En este caso, tengo como punto de referencia el cuadro mismo, eso es lo que me estimula. El resultado no es la pintura misma, ni la música misma, sino es ese cruce de caminos entre estas dos artes. m