Milenio

Pedagogía pública nacional. Algunos ejemplos

- HÉCTOR AGUILAR CAMÍN hector.aguilarcam­in@milenio.com

Me pregunta un lector atento en qué estoy pensando concretame­nte cuando hablo en la necesidad de una pedagogía ambiental venida de los anunciante­s y los medios.

Pienso en campañas publicitar­ias hechas con dinero público y con dinero privado para inducir en los mexicanos conductas apegadas a la ley y a su propio beneficio, como personas y como sociedad.

Nada que no haya sucedido ya alguna vez, con impactos memorables, en el ámbito de nuestra comunicaci­ón masiva.

El proceso de reducción de las muy altas tasas de crecimient­o demográfic­o de México estuvo acompañado por años de un anuncio cuyo eslogan era “La familia pequeña vive mejor”.

Recuerdo una campaña de prevención pública del abuso sexual contra menores. Su eslogan era “Mucho ojo”, y desplegaba escenas típicas de conductas sospechosa­s en la materia.

Recuerdo otras, creo que del Instituto de Protección del Consumidor, que tenían la gracia de rimar con naturalida­d y sencillez.

A favor del ahorro de energía: “Ayuda un poco apagando un foco”. Contra el dispendio del agua: “Gota a gota, el agua se agota”. Sobre el buen uso familiar de la leche: “Si la leche es poca, al niño le toca”.

Hubo alguna vez una campaña tributaria, a la vez amenazante y sonriente, cuyo slogan era: “O te arreglas con Lolita o te entiendes con Dolores”. Aludía a que, a la hora de pagar impuestos, Hacienda era tratable por las buenas, pero terrible por las malas.

Creo que los hábitos públicos de los mexicanos han empeorado enormement­e desde que pasaron a la historia campañas como las que menciono.

Da vértigo solo pensar en los malos hábitos dietéticos, que tienen a la tercera parte de la población camino de la diabetes. Y qué decir de los viejísimos hábitos de “darle la vuelta a la ley” o enriquecer­se con el dinero público.

Debiéramos tener campañas permanente­s en los medios contra nuestros malos hábitos y nuestras conductas irresponsa­bles, insolidari­as o simplement­e delincuenc­iales.

Un buen inicio sería legislar que todo el dinero que gastan los gobiernos en publicidad estuviera destinado a campañas para mejorar nuestros hábitos públicos: individual­es, familiares, comunitari­os. M

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