Sinécdoques
La expresión resulta chocante: “Quienes denigran la labor de nuestras fuerzas armadas, denigran a México”. Y más todavía, que haya pasado sin mayor comentario. Es solo una frase, ya lo sé. Producto de una astucia alicorta, atenta exclusivamente a la coyuntura. Lo preocupante es el proceso mental que hay detrás de esa construcción retórica.
Es claro que en los últimos años se han cometido abusos, algunos graves. Es igualmente claro que algunas de las prácticas habituales de las fuerzas armadas son muy discutibles. A la luz de los resultados, urge discutirlas. En ese contexto, el enroque no parece lo más sensato —y la retórica importa.
En primer lugar, con la intención de cuidar el prestigio del Ejército, se rechaza de plano cualquier crítica, haciendo de la institución un escudo moral: no hay estos o aquellos militares concretos, sino que cualquiera y todos son “las fuerzas armadas” —con la consecuencia de que se las equipara a lo peor, y lo más cuestionable que hay en sus filas (donde hay de todo). A continuación, se forma un mazacote con todas las críticas: denuncias, preguntas, quejas, algunas de sobra justificadas, y se consideran todas ellas insultos, sin más propósito que “denigrar”. El broche es una sinécdoque abusiva, por la que el Ejército se identifica con la nación. Y con eso se eleva la temperatura de la denuncia hasta un límite peligroso.
Referida a cualquier otro grupo, la expresión sería obviamente absurda. Y por eso a nadie se le ocurriría decir que denigrar a los maestros es denigrar a México, o que denigrar a los burócratas, los periodistas, los ambulantes, es denigrar a México. El problema es que no parezca eso igual de absurdo predicado del Ejército. El estrambote lo pone todavía más claro: los militares “son la viva representación de la patria”. Pues no. O sí, a cambio de conceder que también son una viva representación de la patria los taxistas, los ambulantes y los diputados.
Es peor, porque criticar a las fuerzas armadas se equipara poco más o menos a la traición. Y en el camino, para justificar la estrategia actual, nadie tiene reparos en denigrar a las policías municipales, a los alcaldes o a los partidos políticos. Es una situación vidriosa. M