Convierten el genocidio en arte para enseñar a mirar
Genocide Proyect es una propuesta artística que parte de la investigación de exterminios acontecidos en varios países, con la que su autor, el artista plástico español Eduardo Gómez Ballesteros, pretende crear conciencia y sortear la indiferencia ante la estampa del horror.
Imágenes fotográficas de archivo de víctimas de conflictos que han supuesto una violencia extrema se complementan con fotos y videos tomados por el propio autor en lugares de tortura, reclusión y ejecución, con la intención de enseñar al espectador a mirar imágenes implícitamente violentas desde una perspectiva artística.
Este proyecto “no tiene un fin periodístico o informativo”, sino que su objetivo es “crear piezas de arte”, señaló el autor al presentar la muestra en la República Dominicana, donde permanecerá abierta hasta el 6 de agosto.
Añadió que la propuesta es que el espectador tenga “una sensación de empatía y, de paso, generar esa experiencia fundamental de relación con el arte”, pero nunca para aportar una explicación sino para formular preguntas. “Es una obra de signo abierto, de forma que el espectador no busque una solución, sino una relación directa con las víctimas”, dijo.
El artista ha recorrido casi 60 países a lo largo de los 30 años de vida que tiene el proyecto, viajes en los que ha ido sumando elementos, historias y retratos a esta colección, en su propósito de enseñar a mirar.
Para Gómez, en el público existe una “anestesia general” frente a la imagen, consecuencia de una sobreexposición y de que “no se sabe mirar la imagen: somos analfabetos a la hora de interpretarlas”.
Los conflictos, como el actual en Siria, generan “imágenes coyunturales emparejadas y luego pasamos a otro tema, mientras que el arte trabaja a posteriori porque no está vinculado al acontecimiento, lo que permite plantear una forma de mirar con un recorrido más trascendente, y crear una experiencia sensorial”. “Enseñar a mirar me interesa muchísimo, sobre todo enseñar a mirar las imágenes violentas para luchar contra esa anestesia”, para que, “después de haber visto millones en tu vida, puedas mirarlas de otra manera”, señaló.
Las imágenes contienen violencia implícita, “pero nunca explícita, porque el asco es un mal conductor de sensaciones”, especialmente cuando en esta obra existe ese componente didáctico de “enseñar a mirar” que le interesa a Gómez Ballesteros. m