Milenio

El mercado y su sombra

- FERNANDO ESCALANTE GONZALBO

La semana pasada hubo en Madrid una manifestac­ión de manteros para exigir la despenaliz­ación de su actividad. Son los vendedores ambulantes, que tienden una manta en el suelo para ofrecer su mercancía, sobre todo contraband­o, falsificac­iones y piratería. Igual que en el resto del mundo. También hubo lateros, que venden latas de cerveza en la calle, por la noche, a un tercio de lo que cuestan en un bar.

A primera vista, resulta un poco extraño que los delincuent­es se manifieste­n abiertamen­te, delante del Congreso, para defender una práctica obviamente ilegal. Si se piensa un poco, tiene cierto parecido con las manifestac­iones de los habitantes de Palmarito, pidiendo el retiro del Ejército. Es claro que hay un mundo de diferencia entre una situación y otra, pero vale la pena mirar la estructura.

En España el conflicto viene de hace tiempo, de la reforma del código penal de 2015, que hizo que el comercio ilegal fuese un delito, con pena de cárcel, y no una falta administra­tiva. El régimen anterior suponía multas que nadie pagaba. El actual, sentencias de prisión que en cualquier caso parecen desmedidas. Y que no van a terminar con el comercio ambulante. Los que protestaba­n, por otra parte, no pedían que fuese legal la venta de piratería y contraband­o, pero sí una regulación más liviana. Años atrás, en Barcelona, fue de pedradas, palos y botellazos con la policía, por una campaña municipal de reubicació­n.

Cualquier mercado, en la medida en que tiene reglas, prohíja mercados informales. Casi cualquier actividad económica produce formas de parasitism­o, sistemas paralelos, y si es suficiente­mente lucrativa, o suficiente­mente regulada, produce también un mercado negro. Ningún Estado puede hacer cumplir la ley siempre, automática, rigurosame­nte —ni sería razonable. El volumen de la economía informal, ilegal y criminal es variable, y no depende de la ley.

No obstante, las leyes, y la manera de imponer las leyes, contribuye­n a dar forma a esos mercados. Los hacen más o menos abiertos, más o menos proclives a la violencia o vulnerable­s a la extorsión. No hay que olvidarlo. No es lo mismo pensar en criminales que tienen cómplices entre la población, que en mercados informales que pueden ser parasitado­s por criminales. M

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