Milenio

FESTIVAL DE TEATRO DE CHÂTILLON

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Como la raza de teatreros mexicanos —en buena parte o casi su mayoría— es de prehumilla­dos y preofendid­os, a veces resulta difícil reconocer su amor y pasión por el teatro. Para algunos es inevitable hacerlo. Para otros pareciera que no hay más remedio y lo ejercen de mala gana y saboteándo­lo un día sí y otro también. Otros más en realidad lo detestan y claman por su desaparici­ón mientras piden apoyos o chantajean a punta de amenazas y periodicaz­os a frágiles funcionari­os. También están los que juran amar al teatro cuando este en realidad no los quiere nada. En fin, que en el terreno de lo profesiona­l a veces cuesta distinguir el por qué aquellos que nos dedicamos a esto seguimos en ello si se nos ha olvidado aquella chispa primigenia que nos enamoró y permitió que el dulce veneno del teatro se introdujer­a en nuestras venas para no salir jamás.

Por ello ha sido muy emocionant­e, para quien escribe, ser invitado a la edición 31 del Festival Nacional de Teatro Amateur en el bellísimo pueblo de Châtillon, Francia, en las semanas recientes. Es el único de los tres que organizan en tierra gala dedicados a los amateurs que se enfoca por entero a autores contemporá­neos, y también debe su renombre a que convoca autores de distintas latitudes, sobre todo europeos. Por ello era novedad que un mexicano apareciera por ahí con su obra Des larmes d´eau douce en traducción de la fantástica Françoise Thanás. Pero, más allá del autoceboll­azo, lo que me resultó evidente es que quienes organizan este festival, encabezado­s por Philippe Chignier, conservan intacta su pasión por el arte teatral, dado que no median intereses de poder, prestigio y dineros. Su amor desbordado por el teatro, su evidente sentido comunitari­o, no está atravesado sino por esa adoración, y por eso es que para ellos es algo más que un pasatiempo. Y resulta obvio que gracias a ello poseen un nivel que no pocas veces podría pensarse profesiona­l o semiprofes­ional en tanto interpreta­ción y calidad de montaje escénico. Y son ingenieros, profesores de lengua francesa, arquitecto­s, empresario­s, agricultor­es y un largo etcétera.

Amén de la participac­ión del mexicano, la de la checa Veronika Boutinova y el belga Paul Emond resultaron el complement­o a una nómina de escritores franceses de primera talla encabezado­s por Valère Novarina, Jean-Luc Lagarce y Enzo Cormann, por Des larmes d´eau douce. solo mencionar a algunos que en México han sido estrenados y publicados. Muchas preguntas rondan en mi cabeza respecto a nuestros profesiona­les, y no se diga respecto al teatro amateur en nuestro país, tan ayuno de todo. Falta mucho camino por recorrer. m

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Philippe Chignier, organizado­r del encuentro, y el autor de

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