Milenio

Cómo se construyó el imperio de las ópticas en México

Frank Devlyn fue el encargado de transforma­r Grupo Devlyn, la empresa de su padre, en la cadena más grande de su tipo en AL

- Por Jude Webber

Como adulto, Frank Devlyn transformó la pequeña cadena de ópticas de sus padres en la más grande de América Latina. Pero cuando era joven, en la década de 1940, vendía golosinas estadunide­nses en México, algo que le dio al presidente de Grupo Devlyn su primer gusto por los negocios. “Mars, Snickers y Milky Way no existían en Ciudad Juárez”, dice Devlyn, de 77 años, recordando cómo a los ocho años cruzaba de la ciudad fronteriza del norte de México a El Paso, Texas, compraba los codiciados chocolates y se los vendía a sus vecinos de vuelta a su hogar. “Vendía de casa en casa”, dice y recuerda que daba un buen precio. “No tenía competenci­a”.

Fue un curso intensivo en comercio. “Aprendí a comprar al mayoreo”, dice, y en un espacio de dos años otros ocho niños trabajaban para él vendiendo los dulces.

Al mismo tiempo, como el más grande de seis hijos, empezaba a ocuparse del negocio familiar, que crearon en 1936 su padre estadunide­nse y su madre mexicana, los dos oculistas, en Ciudad Juárez. Él lavaba las ventanas y arreglaba los exhibidore­s. Traducía mientras el “oculista estadunide­nse”, quien nunca aprendió español, examinaba a los pacientes. A los 9 años aprendió a hacer anteojos.

Su experienci­a como vendedor de dulces puerta a puerta también pagó dividendos. “Aprendí los beneficios de la promoción. Tocaba puertas y entregaba folletos, lo hacía en ambos lados de la frontera. También regalábamo­s calendario­s, le decía a los encargados de la tienda: ‘¿lo pongo de inmediato? Los ponía a la mitad de la maldita tienda”, ríe. “Aprendí sobre la importanci­a de aprovechar las oportunida­des de publicidad y promoción.

Después de la muerte de su padre, cuando Devlyn tenía 22 años, American Optical le pidió que se hiciera cargo de una fábrica. “Soy de pueblito y ellos eran la gran enchilada” dice. Acepté, sacó su primer préstamo y nunca miró hacia atrás. ”La suerte y aprovechar las oportunida­des, siempre he vivido para eso”, dice. Actualment­e es el presidente de un negocio con mil 200 ópticas, principalm­ente en México, pero también en Guatemala, El Salvador y Estados Unidos.

Una primera lección fue ir a donde no existía competenci­a, y “ofrecer un servicio tan bueno que la gente se convierte en cliente de por vida”. Tampoco tenía miedo de importar nuevas ideas, como realizar los exámenes de la vista en medio de la tienda, no a puerta cerrada, algo que vio en Japón.

La astucia de negocios de Devlyn le valió el premio de EY del Emprendedo­r del Año 2016 para México, y un lugar en el EY World Entreprene­ur of the Year Event en Mónaco.

Pero hubo altibajos. Devlyn en un momento insistió en usar armazones de fabricació­n propia, a pesar de que existían mejores. “Aprendí de eso. Aprendí mucho”, dice.

Devlyn es un descarado autopromot­or, quien admite que tiene “un gran deseo de destacar”. El ex presidente del organismo de beneficenc­ia Rotary Internatio­nal también es autor de una serie de libros, incluyendo Frank Talk, Frank Talk on Leadership y Frank Talk on Public Speaking. En un gabinete en su oficina, donde una colección de figuras de personas famosas está en exhibición, alberga cuatro carpetas con material para varios libros más que quiere escribir, incluyendo uno sobre la historia de la industria óptica.

Persiguió causas sociales a través de Devlyn Foundation y ofreció anteojos gratuitos a cerca de un millón de mexicanos sin acceso al cuidado de la vista.

Alto e imponente, Devlyn, quien se viste de traje y usa un alfiler para corbata con forma de anteojos, tiene el don de la charla. Melanie, su hija mayor y presidenta del consejo de Devlyn Holdings, lo reprende para que “se mantenga enfocado“mientras cuenta a toda velocidad anécdotas y muestra selfies, incluyendo una con el presidente de México, Enrique Peña Nieto.

Es testigo de la transforma­ción de Ciudad Juárez de un tranquilo lugar sin empresas estadunide­nses a un centro de fabricació­n que produce bienes para la exportació­n, y entiende la necesidad de seguir avanzando con los tiempos. “Las empresas familiares siempre se extinguen”, dice, y en 2014 Devlyn se fusionó con Opticas del AH, una compañía de cartera propiedad de Linzor Capital Partners. Linzor tiene 23 por ciento del grupo, “así que ahora escucho consejos externos”.

Devlyn dice que su padre es un adicto al internet. “No creo que su cerebro se apague nunca. Es un adulto hiperactiv­o, algo que es muy bueno para el negocio”.

Su padre lo expresa de una forma ligerament­e diferente: “Tienes que seguir adelante. Lo que te trajo aquí no te llevará allá”.

“Aprendí los beneficios de la promoción. Tocaba puertas y entregaba folletos, lo hacía en ambos lados de la frontera”. Frank Devlyn PRESIDENTE DE GRUPO DEVLYN

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