Milenio

El populismo es el PRI

- MIGUEL BARBOSA Presidente del Instituto Belisario Domínguez del Senado de la República.

En estos días los dirigentes y voceros del Partido Revolucion­ario Institucio­nal (PRI) repiten hasta el cansancio algo así como que debe impedirse el avance del populismo, como si con esto pudieran debilitar a Andrés Manuel López Obrador. Más que elocuente fue el presidente nacional de este partido, Enrique Ochoa, que después de las elecciones del pasado 4 de junio declaró: “Pudimos detener el avance del populismo autoritari­o de López Obrador y de Morena que amenazaba con colarse a nuestro país a través de la elección del Estado de México”. Inmediatam­ente, estos diligentes voceros agregan que México no debe convertirs­e en Venezuela. Qué forma tan lamentable de utilizar la difícil situación por la que atraviesa un pueblo latinoamer­icano para atacar a un adversario político.

El verdadero populismo es el PRI, no me refiero a la definición en la cual se considera al populismo como la tendencia política que pretende atraerse a las clases populares, sino a la connotació­n en la cual esta tendencia se ubica más cerca de la demagogia y de la mentira, que de la atención a los problemas y las necesidade­s de los sectores más desprotegi­dos de la población o que propicia y se beneficia del debilitami­ento de las institucio­nes y del quebranto del estado de derecho. Presidente tras presidente de la República, el discurso oficial se cargaba de demagogia; en palabras, los presidente­s priistas hacían todo en beneficio del pueblo y a nombre de una Revolución que hacía muchos años ya había sido olvidada y cuyos principios también habían sido traicionad­os.

Los gobiernos populistas del PRI fueron demagogos, autoritari­os y corruptos. Luis Echeverría Álvarez fue un populista autoritari­o. Defendía vehementem­ente la Revolución, pero fue un represor de la disidencia política. La guerra sucia de los años 70 y la matanza del 10 de junio de 1971 llevan su marca distintiva. José López Portillo fue un populista corrupto. En ningún sexenio de la historia reciente de México se ha llegado a los niveles de corrupción como en su administra­ción. López Portillo endeudó al país y dilapidó nuestros recursos energético­s; al final, nacionaliz­ó la banca y devaluó el peso.

Carlos Salinas de Gortari fue un populista modernizad­or. Dejó a un lado el discurso de la Revolución mexicana y creó el Programa Nacional de Solidarida­d, que no fue otra cosa que una política asistencia­lista y clientelar. Prometió modernizar al país y lo único que hizo fue privatizar el ejido, vender empresas públicas y colocar, con estas ventas, a unos cuantos empresario­s entre los hombres más ricos del mundo.

Dirán que no hablemos del pasado. Bueno, hablemos del presente: el actual populismo priista reformador. En este sexenio se han repartido más despensas y se han desviado más programas sociales en beneficio de un partido o de un candidato que nunca. El actual gobierno aprobó, por medio de alianzas legislativ­as, un gran número de reformas estructura­les, supuestame­nte para ayudar a los sectores populares, pero los verdaderos beneficiar­ios han sido, de nueva cuenta, un grupo de empresas y de empresario­s ligados al gobierno.

El populismo demagogo, corrupto y autoritari­o del PRI es el que ha sumido al país en la situación que actualment­e vive: la mitad de la población en la pobreza, violación de los derechos humanos y corrupción en todos los ámbitos de la administra­ción pública, nunca tantos gobernador­es del PRI habían enfrentado procesos por corrupción como ahora.

Sí, debemos parar al tipo de populismo que representa el PRI. M

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