UNAM prepara estrategia para preservar peces de agua dulce
Indica las prioridades para asegurar el buen estado de sus hábitats
En México han desaparecido 26 especies de peces de agua dulce, 14 de ellas endémicas, es decir, solo vivían en el país. Ante esta situación, un grupó de investigadores de la UNAM prepara la Estrategia Nacional para la Conservación de Peces, misma que publicarán este año.
Gerardo Ceballos, investigador del Instituto de Ecología y experto en extinción de especies, detalló que la estrategia definirá las causas de ese fenómeno e indicará las prioridades para asegurar la supervivencia y el buen estado de sus hábitats.
La situación ambiental es el desafío más grande que ha enfrentado la humanidad en los últimos tiempos, dijo. En el caso de los peces dulceacuícolas, se ven amenazadas casi 40 por ciento de las especies mexicanas. “Se trata de una catástrofe ocasionada por nosotros; sin la presencia del ser humano, las especies que actualmente se encuentran en peligro hubieran tardado 10 mil años más en desaparecer”.
El ecólogo explicó que las causas de la extinción de peces de agua dulce obedecen a los serios problemas ocasionados por la degradación de ríos y cuerpos de agua, la sobrepesca, el desvío de cauces e invasión de especies exóticas, así como el endemismo. Esto último, comentó, “puede suponer un problema, pues sufren mayores riesgos; sin embargo, al mismo tiempo facilita su conservación”.
En ese contexto, el universitario hizo un llamado para que en México se cumplan las normas de desecho, lo que permitiría la subsistencia de los peces de agua dulce. Además, una política adecuada de cuidado del agua es primordial y urgente, pues se desperdicia en gran medida en sectores como el industrial y agrícola, así como en los hogares. Alrededor de 500 especies de peces viven en las aguas continentales de México, que tienen un área de 2.8 millones de hectáreas. De forma comparativa, mundialmente se han contabilizado más de 29 mil especies; dentro de esta cifra se encuentran más de 8 mil 500 de agua dulce, por lo que México cuenta con 7 por ciento.
Varias son exclusivas de nuestro país, generalmente las que habitan en los cuerpos de aguas continentales, como los peces blancos de los diferentes lagos del Eje Neovolcánico Transversal y de la meseta central mexicana, comúnmente conocidos como charalitos o boquerones. Estos representan 66 por ciento del total de especies endémicas de aguas continentales nacionales.
También están los peces ciegos de los cenotes en la Península de Yucatán y los que viven en las pozas de Cuatro Ciénegas, Coahuila. En lo referente a los peces marinos, la zona con más endemismo es el Golfo de California. m Ríen los animales? ¿Se besan? ¿Se enamoran? De todos los pudores que un biólogo puede cobijar, hay en particular uno del que se cuidan especialmente algunos etólogos, estudiosos de la conducta natural y la inteligencia de los animales: suelen temer ser acusados de antropomorfizar su “objeto de estudio”, esto es; de atribuir a un animal actitudes o estados mentales y emocionales propios del ser humano.
Para evitar caer en ese error, de Waal considera que antes de someter a un animal a una prueba psicológica es necesario “conocer su comportamiento típico”. Para lograrlo, dice, se requiere observar al animal como lo hacía Konrad Lorenz: en su ambiente natural y con una comprensión intuitiva de la totalidad del animal asentada en el amor y el respeto.
Sin embargo, Lorenz a ratos parece retar al lector al hablar, por ejemplo, de dos gansos enamorados. ¿Antropomorfiza Lorenz? De Waal tiene una respuesta clara. En su reciente libro, ¿Tenemos inteligencia suficiente para comprender la inteligencia animal?, considera que el antropomorfismo solo es problemático cuando la comparación se estira demasiado a especies muy distantes al ser humano.
Hay peces que se besan por diferentes razones: pero los primates se besan por razones claramente similares a las nuestras. De igual manera, los chimpancés bebés ríen jadeando al hacerles cosquillas, como los bebés humanos.
Para designar a quienes no son capaces de captar ese tipo de conductas que compartimos con otros animales, de Waal creó un término: antroponegación, esto es, “el rechazo a priori de los rasgos humanoides en otros animales o el rechazo de rasgos animales en nosotros”.
La supuesta antropomorfización de los animales suele conllevar el olvido —pequeño detalle— que somos animales. Y como tales, nuestras características pertenecen al reino animal. Gran parte de las veces no antropomorfizamos, sino que reconocemos que ciertas características no por ser humanos, sino por ser animales.
Comprender más al animal ayuda a comprender más al animal que seguimos siendo, como diría Derridá.
Hoy, ética y bioética requieren el estudio de la biología y en particular, de la etología. m