Espionaje y periodismo
Apenas 29 por ciento de los mexicanos, menos de la tercera parte de la población, dice tener confianza en su gobierno, según Latinobarómetro (citado por el Economist). Esa cifra debió haber disminuido después de las revelaciones hechas la semana pasada por el New York Times, en el sentido de que 15 personas —activistas y periodistas, en su mayoría críticas del poder— habían sido espiadas con un software llamado Pegasus, vendido al gobierno de México (con la condición de que fuera solo usado en la lucha contra el crimen) por una empresa de Israel, Grupo NSO. El escándalo nos afecta a todos los que nos sentimos vulnerables frente a las arbitrariedades del poder. A todos. Pero me quiero concentrar aquí en el impacto que tiene sobre el periodismo en México. Porque el espionaje a los periodistas es especialmente grave para una profesión que vive, desde hace muchos años, en peligro.
México es un país peligroso para los periodistas. El más peligroso de América Latina. Y uno de los más peligrosos del mundo. Desde el año 2000 han sido asesinados al menos 125 periodistas en México. En 2006 ocurrieron 19 asesinatos de periodistas en América Latina, nueve de ellos —casi la mitad— en México. Algunos fueron casos muy sonados, como el del camarógrafo americano Brad Will, asesinado el 27 de octubre de 2006 en Oaxaca. Pero en su mayoría fueron ejecuciones que no llegaron a las primeras planas. En parte por esa razón, por no existir una conciencia social del tamaño del problema, las cosas no mejoraron en 2007, año en que fueron asesinados al menos cinco periodistas por razones vinculadas a su oficio. Para ver las cosas en perspectiva, ese año fueron asesinados alrededor de 60 periodistas en todo el mundo, de acuerdo con la Unesco, que anunció en 2008 que la periodista mexicana Lydia Cacho había ganado el Premio Mundial Guillermo Cano de Libertad de Prensa. (El periodista mexicano Jesús Blancornelas, editor de Zeta, lo había recibido ya en 1999.) Más o menos, uno de cada 10 asesinatos de periodistas en el mundo ocurría en México.
En el actual sexenio han sido asesinados 37 periodistas en México. El año pasado fue especialmente grave: hubo 11 asesinatos. Pero en lo que va de 2017 han sido asesinados ya ocho periodistas: Cecilio Pineda, Ricardo Monlui, Miroslava Breach, Maximino Rodríguez, Filiberto Álvarez, Javier Valdez, Jonathan Rodríguez y Salvador Adame. Por cada periodista que muere, cientos, miles dejan de escribir. En este contexto debe ser entendido y condenado el espionaje de Pegasus. El espionaje del gobierno a los periodistas agudiza el clima de inseguridad que inhibe, desde hace años, el trabajo de investigación, sobre todo si es crítico del poder. Tiene razón Carlos Loret de Mola: el espionaje abre la puerta a la intimidación, al acoso y a la censura, y también a los despidos, y luego a los secuestros y los asesinatos. “Todo va en la misma dirección”. El gobierno no protege a los periodistas. Los espía para hacerlos sentir vulnerables. Busca la censura por medio de la intimidación y el acoso. M *Investigador de la UNAM (Cialc)