Egos perversos…
Divertida feria de vanidades se desató a propósito de la sucesión presidencial. Perredistas y panistas El más grotesco de todos: Vicente Fox. Ahora alucinado quiere una alianza del PRI con el PAN y el PRD para impedir la victoria de López Obrador.
Imaginemos por un momento en un presídium al propio Fox, Felipe Calderón, Anaya, Moreno Valle, Osorio Chong, Videgaray, Narro, Nuño, Los Chuchos y Mancera. Todos ellos calladitos y disciplinados tras un candidato de unidad. ¿Y quién sería? Ni Joseph Fouché o Nicolás Maquiavelo podrían coordinarlos.
Así se vieron también los jefes de las tribus perredistas cuando anunciaron que se unirían al PAN en un gran frente nacional. Si se observa el lenguaje corporal de los ahí reunidos, solo Barrales está atenta leyendo. Los demás, con cara de pocos amigos, reflexionan preocupados cómo lograrán reubicar sus afanes presupuestívoros. El más expresivo es el rostro de Mancera, que no disimula su malestar al verse junto a otros aspirantes, como Graco y Aureoles, que no son de su peso.
Lo que sí ha unido a todos estos aspirantes perredistas es su disposición para apartar al intruso de Juan Zepeda, quien acabó tomando en serio su artificial popularidad y ahora quiere agandallarse la candidatura “como en el barrio”. Parece que en el circo perredista crecen los enanos.
Mientras tanto, en el PAN, Anaya se encuentra feliz. Esta idea de unirse al PRD desplaza, para otra ocasión, los deseos de Felipe Calderón de reelegirse y ubica cerca del Senado las aspiraciones de Moreno Valle.
En el PRI se la pensaron mejor: a los estigmatizados rebeldes ahora sí “los vamos a escuchar”. Así se asegura una asamblea controlada donde “atenderán a todos”, al tiempo que le dan forma al retrato hablado del candidato de Peña Nieto. La estrategia del PRI tendrá dos apuestas: la primera, desde luego, ganar con sus aliados la Presidencia de la República. La segunda, dominar desde el Congreso, a través de sus un gobierno de coalición.
Como se ve, en el frente anti-Morena todo se reduce a una despiadada disputa entre ambiciosos egos.
Por ahora, así están las cosas. M