Renuncia a la competencia democrática
Indistinto, por ahora, cómo llamarle al tema de moda: proceso de búsqueda de alianzas o coaliciones. Lo de estos días es como la pasarela de los perdedores. Es un intento de minorías, aunque no falten los ingenuos o los que nos creen ingenuos al llamar a la construcción de un proyecto común antes de candidaturas. Han tenido años para hacerlo.
De la pasada elección del Estado de México son pocas, pero útiles las hipótesis fundadas que se pueden formular a partir del resultado en esa entidad. Una, obvia, es que Morena es un partido político competitivo. Otra, no tan obvia para mu- chos instalados en el deseo más que en la realidad, es que el PRI es igualmente competitivo. Una más, dada la diversidad, complejidad y representatividad social y económica del Estado de México es que el PRD y quizá hasta el PAN enfrentan, cada uno por sí solo, un escenario perdedor en la elección presidencial de 2018.
Las razones por las que diversos partidos políticos se han sumado a la idea de explorar la posibilidad de un frente partidario son muchas y diferentes en su naturaleza. En el caso del PAN, más allá de la evidencia electoral del Estado de México e incluso de una elección aparentemente ganada en días previos y convertida en derrota en Coahuila, es claro que el presidente nacional de ese partido lo que necesita es ganar tiempo ante la presión interna de otras precandidaturas contendientes a la suya. En lo que toca al PRD, claramente su mejor resultado posible en Edomex, 17%, solo le alcanza para negociar, como arreglo entre familias de mafias, votos, dinero y territorio, específicamente la Ciudad de México. El PT ya está en el presupuesto de Morena para 2018.
Consideración por separado ameritan los verdes, aliados del PRI en 2006 y 2012. La estrategia de encarecerse antes del proceso electoral les dio un resultado muy positivo en cargos de elección y financiamiento. También a partir de 2012. Sin embargo, ahora, los senadores Pablo Escudero y Carlos Puente, no menores en la baraja verde, reconocen como una posibilidad la integración del frente aliado. Su postura requiere varias puntualizaciones: pretenden ignorar, porque no puede ser que no sepan, que la presidenta nacional del PRD planteó un frente contra el PRI. Desde luego que no mencionó a Morena para dejar abierta su verdadera y preferencial opción. Los verdes pretenden ignorar muchas cosas; el propio Escudero, presidente del Senado, gracias al PRI y solo por el PRI. Pudiera ser que la jugada del PVEM sea a valores entendidos, una especie de quinta columna al frentismo; esa iría de la mano con su natural intento de encarecimiento. Pero hay un límite, y la línea roja se llama el chantaje abierto y la traición. Basta pensar en los expedientes verdes en Quintana Roo y Chiapas.
La moda frentista surge de un sistema de partidos artificialmente numeroso en el que hasta terceras y cuartas fuerzas renuncian a la competitividad que supone una democracia. El problema no está en segundas vueltas; está en un sistema de partidos inflado y ajeno a las condiciones políticas reales del país. M