Milenio

La misteriosa casona de Tacubaya

- JOEL ORTEGA JUÁREZ

Echeverría nos acusó siempre de formar parte de una “conjura castro-comunista” y de “recibir dinerito” de la embajada soviética. Lo cierto es que nunca fui a la casona misteriosa de Tacubaya. Apenas el miércoles 28, el día de la tromba, estuve ahí. Fui invitado por mi amigo Miguel Ángel Orozco, condiscípu­lo de la Facultad de Economía, ¡ah los condiscípu­los! —Carlos Salinas, Manuel Camacho, Manlio Fabio Beltrones, Óscar Levín, Enrique del Val, Alfonso Vadillo, Jose Luis Martínez, Eduardo Valle, El Búho— y los maestros —Carlos Tello, Horacio Flores de la Peña, David Ibarra, Ifigenia Martínez, Manuel Aguilera, Jesús Silva-Herzog—. Algunos que eran un poco condiscípu­los y empezaban a dar clases —Rolando Cordera, Guillermo Ramírez, Enrique Semo, Pedro López—. Casi todos protagoniz­aron debates, en el Congreso de la Unión con menos chispa y sabor que los desarrolla­dos en los auditorios Bassols y Ho Chi Minh.

Estuve en un evento denominado Rusia y México a través de mejores ideas, básicament­e para escuchar una vieja propuesta de Hugo Salinas Price, para que la plata sea el patrón monetario internacio­nal. Destacaba entre los asistentes Esteban Moctezuma.

El salón ubicado en la planta baja tenía sillería para unos 150 invitados. La cual contrastab­a con la elegancia imperial de los candiles, los cuadros, uno de ellos representa­ndo a San Jorge contra los Dragones y en la entrada fotografía­s a color de los estadios sede de la Copa Confederac­iones, donde nos apalearon los alemanes de la selección B, a pesar del entusiasta apoyo de los rusos gritando Mexica, Mexica.

La vieja casona porfiriana tiene cierto aire de lo descrito por Arthur Koestler, en el Cero y el Infinito. “Una habitación enorme… amueblada con esa falta de cuidado que hace que las oficinas del partido (sic) se parezcan unas a otras en todas las ciudades del mundo”.

Pedro Sáez, mi amigo, hijo de republican­os españoles, apuntó con malicia el tipo “de espías” de los rusos. El embajador Eduard Malayan pareció darle la razón con sus chistes en torno a Pegasus y al espionaje en las elecciones gringas…

Percibí un ambiente antiimperi­alista, nacionalis­ta, ¿será premonitor­io? M

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