Milenio

Los caifanes aún despierta pasiones 50 años después

El actor y cantante Óscar Chávez afirmó que “la Ciudad de México, la que ya no existe”, es la protagonis­ta de la película de Juan Ibáñez

- Xavier Quirarte /México

Un joven preguntó si en estos días se podría hacer una nueva versión de Los caifanes, cinta de Juan Ibáñez que el próximo 17 de agosto cumplirá 50 años de su estreno. De ser así, ¿qué actores les gustaría que interpreta­ran a Paloma, Jaime, El Gato, El Estilos, El Azteca y El Mazacote?

Óscar Chávez, Julissa y Ernesto Gómez Cruz —El Estilos, Paloma y El Azteca, respectiva­mente— ni intentaron responder porque un alud de gritos y rechiflas castigaron la impertinen­cia del joven. “Hay cosas que son irrepetibl­es, y Los caifanes es una de esas películas”, replicó el productor José Fernando Pérez Gavilán sobre una obra cuya protagonis­ta, afirmó Chávez, “es la Ciudad de México, la que ya no existe. No podría hacerse una película igual porque es otro México”.

Los caifanes, la película: los caifanes, los personajes; los caifanes, los actores, aún despiertan pasiones. La anticipada celebració­n que la revista Cine Toma organizó el martes en el Foro Rodolfo Usigli, conducida por Sergio Raúl López, fue una fiesta. Se reconoció una cinta que es un parteaguas en el cine mexicano. Hubo asomos de lágrimas, risas y un saludable derroche de amor.

Fue una película azarosa desde el inicio pues, como comentó Chávez, ensayaban Don Juan Tenorio para el teatro cuando Juan Ibáñez les dijo: ”Ya no vamos a hacer la obra, ahora vamos a hacer una película”.

Durante cinco semanas realizaron jornadas de trabajo intenso de siete de la noche a cuatro o cinco de la madrugada. Paradójica­mente, la secuencia del cabaret, de tono felliniano, fue realizada de día en el famoso Siglo XX, cabaret de la colonia Obrera. Esas secuencias “se hicieron a partir de las seis de la mañana, porque en la noche estaba ocupado con sus parroquian­os habituales”, recordó Chávez.

El equipo de filmación tuvo el atrevimien­to de subir una carroza fúnebre al Zócalo sin permiso, lo que resultó una buena distracció­n para la policía, que no podía creer lo que veía. “Mientras filmábamos la escena de la Diana cazadora, en la que le pusimos un brasier, pero de repente ahí también llegaron las patrullas y salimos corriendo porque nos iban a detener”, relató Pérez Gavilán, “y en ese tiempo era regente Ernesto P. Uruchurtu quien, creo, era un poquito duro”.

Sobre esa escena, Gómez Cruz refirió que sus compañeros lo ayudaron a subir a la estatua de la Diana. “Aparte de que tenía que ponerle las prendas que nos habíamos robado de un tendedero, se me ocurrió darle un beso a la Diana. ¡Eso no me lo quita nadie! Es una satisfacci­ón un poco estúpida, pero nadie más se ha subido a darle un beso. A mí me tocó, con el apoyo de mis amigos caifanes, que me estaban apurando porque ya venía la policía”.

Al rememorar el acercamien­to romántico entre Paloma y El Estilos, provenient­es de dos extractos sociales opuestos, Chávez comentó que su personaje “trata de cortejar a la muchacha, seducirla a sus alcances. De eso trata la película: de perseguir lo imposible. El guion fue muy sabio porque siempre se queda la duda de si surge una relación entre ambos personajes. Me da mucha risa, porque después me detenían en la calle los ñerotes y me preguntaba­n: ‘¿Entonces qué: te echaste a la Paloma?’. ¡Hacían apuestas de si había o no cuajado el romance!”. m

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El músico, Fernando Pérez Gavilán, Julissa y Ernesto Gómez Cruz.

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