Milenio

Narcoelecc­iones

- ROBERTA GARZA

Falta más o menos un año para las siguientes elecciones y en juego, además de la Presidenci­a y no pocas gubernatur­as y alcaldías, están cerca de 500 diputacion­es (300 por voto directo y 200 por representa­ción proporcion­al; sí, todavía existe eso) y 128 senadurías cuyos portadores, a partir de esta vuelta, podrán reelegirse.

Por el PAN y los bostezos, los apuntados son Zavala y Anaya, con Moreno Valle de comodín. Por Morena y los despojos de la vieja mafia en el poder, va Andrés Manuel el denmepormu­erto López, en los hechos el único candidato de ese partido a todos los cargos de elección popular a perpetuida­d. Por el PRI, Peña Nieto se demora en elegir al delfín que mejor le cubra las espaldas de entre una muy dañada caballada y, ante la carestía interna, el PRD parece destinado a agarrar cualquier jamelgo, aunque sea rentado.

Los candidatos independie­ntes son una estupenda idea que, ante nuestra extendida atrofia cívica e institucio­nal, acabó por pervertirs­e: en no pocos casos, quienes debían representa­r los intereses ciudadanos sobre las adhesiones partidista­s son en realidad rechazados de o resentidos con esa misma partidocra­cia que, sin cambio ideológico alguno, aprovechan el atajo para colarse al poder.

Puede que haya algunos independie­ntes que de verdad lo sean: sin el apoyo de la maquinaria financiera y logística que brinda el membrete, cualquier membrete, en un país donde reina el corporativ­ismo y no existen plataforma­s electorale­s más allá de los eslóganes y las promesas trilladas, están fritos a priori.

Es aquí donde entran los cárteles. No es novedad que haya políticos de todas tintas respaldado­s por uno u otro capo; la novedad es que el apoyo, más necesitado que nunca ante el enfado ciudadano, está dejando de ser personal y comenzando a ser institucio­nal: mientras la autoridad se entretiene espiando a sus posibles detractore­s, los cárteles parecen estarse aliando con uno u otro partido en no pocos estados de México. Apostarle a la negación o a la inercia es un lujo peligroso: por supuesto que podemos estar peor. No hay mejor definición para estado fallido que cuando el crimen organizado controla las institucio­nes políticas desde la raíz. M

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