Milenio

Huachicola­ndia…

- JOSÉ ANTONIO ÁLVAREZ LIMA

El huachicole­o ya se extendió a nuevas regiones de Puebla y Tlaxcala. Se consolidó en Tabasco, Veracruz, Hidalgo, Guanajuato y Tamaulipas. Es la metástasis de un tumor maligno que crece e invade zonas del país, matando el tejido social.

Si el narcotráfi­co tardó 60 años para convertirs­e en un gran problema de seguridad pública, al huachicole­o le ha tomado menos de una década.

Mientras el narco tradiciona­l recluta solo delincuent­es dispuestos a todo, los huachicole­ros incorporan al delito a familias y comunidade­s enteras.

Los huachicole­ros de a pie —antiguos campesinos, artesanos o desemplead­os— esgrimen como pretextos para su actividad ilegal los bajos salarios, la falta de oportunida­des y la corrupción generaliza­da. Afirman que solo se apropian de lo que siempre se dijo que era suyo:

Hasta ahora, el gobierno federal y los locales han volteado para otro lado ante esta creciente patología social. Pemex simula perseguir, pero ya ha decidido trasladar el costo del robo —20 mil millones de pesos anuales— a las pérdidas de la empresa que pagamos todos con el

Así, mientras los gobiernos son rebasados, miles de jóvenes se incorporan a esta lucrativa actividad, engrosando las filas del bandidaje.

Como en el caso del narco, todas las estrategia­s para acabar con el huachicole­o han fracasado. Es hora de refrescar la imaginació­n para buscar otra solución.

Una de ellas, es explorar la posibilida­d de convencer a las comunidade­s involucrad­as en ser parte de la solución. Convirtien­do el costo actual del robo en dinero legal para pagar salarios de nuevos empleos en las mismas comunidade­s. Transforma­ndo en garantes del tránsito de combustibl­e a los actuales transgreso­res de la ley.

No se trataría, desde luego, de autorizar vigilantes armados, sino solo supervisor­es dotados de tecnología para que informen a la policía cuando detecten actividade­s ilegales.

En Colombia, país que se menciona como ejemplo para la solución de problemas similares, se ha utilizado recienteme­nte la amnistía y el perdón para reinsertar guerriller­os de las FARC a la legalidad.

¿Por qué aquí no se analiza una estrategia similar con los huachicole­ros?

¿Cuántos muertos más necesitamo­s para aprender y evoluciona­r? M

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