Ciencia para ser feliz
Durante la juventud es fácil creer que la fama y el dinero traen consigo la felicidad. Ya Aristóteles tuvo que desmentir esa idea en su Ética nicomaquea; es innegable que se requieren algunos bienes materiales para tener cierto bienestar, pero éstos son solo condiciones no suficientes. La felicidad se encuentra en otra parte.
En su cápsula radiofónica de los lunes con Joaquín López-Dóriga, Juan Ramón de la Fuente comentó un estudio liderado por Robert Waldinger, de la Universidad de Harvard, que al ser prospectivo y no retrospectivo resulta sumamente valioso, pues contiene información de los últimos ochenta años en la vida de 750 personas y no ha concluido.
Waldinger hace notar que las generaciones actuales no escapan a la asociación de la felicidad con el dinero y la fama, mientras que el estudio prospectivo muestra que lo que verdaderamente influye en la salud física y mental, más que otros indicadores, es conservar buenas relaciones. De modo contrastante, la soledad y el aislamiento son nocivos para la salud, como las malas relaciones.
La soledad no equivale a estar solo, sino a sentirse así. Por otro lado, una buena relación no es aquella en que no existen altibajos, sino aquella en la que se puede confiar.
El problema, comentó De la Fuente, es que hoy día cada vez más familias “conviven” cada quien con su teléfono y demás artefactos. Ya desde hace años la técnica cambió nuestro modo de convivir a través de la radio y la televisión. Pero ahora nos ha aislado aun más; una persona frente a su teléfono móvil borra de su horizonte a quien está presente.
De la Fuente concluye: “Si las buenas relaciones propician una vida mejor y más larga, conviene desconectarnos más seguido de nuestros celulares y tablets, y buscar más compañía real. Tocar, reír o captar la mirada del otro, no es una experiencia que un celular pueda brindar”.
Ahora que la ciencia lo ha corroborado, ¿estaremos más dispuestos a escuchar y actuar en consecuencia? m