Nuevo TLC puede ser la estrella de Trump
Entre la bravuconería hay señales de que tiene potencial para convertirse en el esfuerzo político más serio, sustancial y constructivo que ha realizado a la fecha
En medio de la bravuconería hay señales de que la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC) puede llegar a ser el esfuerzo político más serio, sustancial y, sí, constructivo de la administración Trump a la fecha.
Sin duda, un obstáculo que se debe librar, pero que tampoco es inesperado, dada la tendencia de Donald Trump, es la crítica a los tratados de libre comercio.
Al leer el resumen de los objetivos de la administración para la renegociación del TLC, y en muchos aspectos parece una lista de liberación de comercio regulado conjuntamente que caracteriza a los ejemplos más modernos del libre comercio. Entre ellos la Asociación Transpacífico (TPP, por su sigla en inglés), de la cual Trump retiró a Estados Unidos en uno de sus primeros actos como presidente.
Jeffrey Schott, experto en política comercial internacional, señala que muchas demandas de EU para las negociaciones del TLC parecen surgir del TPP, “incluidas aquellas que cubren la mano de obra, el medio ambiente y el comercio digital”. (De hecho, México alentó al equipo de comercio de Trump a reutilizar los acuerdos del TPP). Algunos de éstos ya los acordaron en gran medida los socios del TLC durante la negociación del TPP, que, al contrario de muchas críticas de la izquierda, representa lo más avanzado en términos de imponer normas para protegerse contra el dumping social y ambiental. Luego, dice Schott, están los objetivos para liberalizar obstáculos no arancelarios al comercio más allá de lo que el TPP habría hecho en áreas como “bienes agrícolas, normas de aduanas sobre envíos de bajo valor y la prohibición de requisitos de localización de datos para los proveedores de servicios financieros”.
La impresión general es un enfoque a la renegociación que acepta y le da la bienvenida no solo a más recortes arancelarios, sino a la armonización de las regulaciones nacionales y a la restricción sobre la autonomía de un país para discriminar a los productores de otra nación.
Esto es algo en lo que, por ejemplo, Europa sobresale, y los porristas del brexit profesan detestar, al igual que el ala aislacionista del gobierno de Trump, representada por asesores como Stephen Bannon, quien quiere repatriar las cadenas de suministro transfronterizas.
En papel, la renegociación del TLC parece buscar hacer lo opuesto; pero abundan las salvedades contra esta lectura que generan optimismo.
El documento establece que el objetivo principal de la negociación es reducir el déficit comercial de productos de EU con los países del TLC. Al reflejar la obsesión de Trump y su equipo con los equilibrios bilaterales, esto no tiene sentido ni en términos económicos ni en términos de tratados internacionales.
Si se busca como algo literal y no solo como un escaparate político, insistir en codificar un resultado económico específico echará por tierra la renegociación.
Más allá de eso, hay, por supuesto, detalles fundamentales en los que México y Canadá no estarán de acuerdo porque no están a favor de sus intereses. Pero esto es lo que se espera de un documento de negociación de una parte, los otros harán sus propias demandas y éstas pueden ser amplias, como instan las voces mexicanas, o defensivas.
Canadá, por ejemplo, debe rechazar las demandas de EU en materia de propiedad intelectual, argumentan Jean-Fréderic Morin y Richard Gold, ya que benefician sobre todo a los titulares de las patentes de EU en detrimento de los consumidores canadienses y productores rivales.
Una falla más grave serían disposiciones que anularan los mecanismos actuales para las disputas si una parte cree que la otra discrimina contra sus exportaciones.
En su análisis a Chad Bown le preocupa que “el comercio de EU con Canadá y México sea mucho menos libre”.