Milenio

La larga mano de Odebrecht

- ROBERTA GARZA

Luis Alberto de Meneses, representa­nte en México de Odebrecht, admitió haber sobornado a Emilio Lozoya con 10 millones de dólares. Los pagos comenzaron en la primavera de 2012, cuando Lozoya, miembro de la campaña presidenci­al de Peña Nieto y futuro jefe de Pemex, les pidió, como gesto de buena voluntad, un anticipo de 5 millones. El dinero grande le llegaría a principios de 2014, después de que en una reunión entre Mauricio Odebrecht y el ya presidente Peña se anunciaran contratos por cerca de 100 millones de verdes para trabajos en la refinería Miguel Hidalgo, entre otras obras.

Nada de esto se hubiera sabido de no ser por O Globo y Quinto Elemento Lab, que hurgaron con enjundia en la investigac­ión brasileña y en la del Departamen­to del Tesoro gringo; sí, el mismo que nos reveló la envergadur­a de los narconegoc­ios de Flores Hernández. Porque nuestra PGR, alegando que el proceso está en curso, se ha rehusado hasta ahora a soltar cualquier dato, mucho menos la identidad de los sobornados, embargando toda informació­n pertinente por los siguientes cinco años. Lástima, Margaritos.

Lo que no debemos olvidar es que Lozoya no es más que una ranita en el inmenso pantano de la corrupción mexicana: el Departamen­to de Justicia de Estados Unidos apunta que los cochupos hacia México comenzaron desde 2010. Otros ilustres personajes que tuvieron amoríos con la constructo­ra brasileña son el bien conocido Javier Duarte y Felipe Calderón, quien se reunió en febrero de 2010 con Lula da Silva por intercesió­n de un ex empleado y principal enganchado­r de Odebrecht, Alexandro Alencar, el mismo que generosame­nte le entregó un departamen­to de playa a Lula y que ahora purga 15 años de cárcel. Como en el caso de los priistas, la reunión culminó con el anuncio de la construcci­ón del complejo petroquími­co Etileno XXI, en el Veracruz de Fidel Herrera, con la mexicana Idesa y Braksem, la subsidiari­a de Odebrecht, al timón de los 2 mil 500 millones de dólares de la inversión.

Nada han dicho hasta ahora los pajaritos brasileños sobre algún pago entregado a estos últimos por debajo de la mesa.

Hagan sus apuestas. M

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