Milenio

Ganar nada

- JUAN GABRIEL VALENCIA

Después del sismo, la realidad política regresa a su rutina, crucial o despreciab­le, dependiend­o de la inmediatez de perspectiv­as. El saldo personal del presidente del PAN, Ricardo Anaya, es de ganancia, convertido el Congreso de la Unión en un casino o en un antro de quinta: Anaya consiguió convertir en inviable de facto la posibilida­d de que Raúl Cervantes sea fiscal general; consolidó su liderazgo dentro de un PAN poco conocido en su estilo de operar y afianzó la ilusión de un frente amplio total con el PRD y el MC, desde luego bajo la premisa de que, según ellos, no tienen una finalidad electoral. Eso ganó Anaya. El PRI perdió en el camino a una de sus fichas para la fiscalía general, cuya oportunida­d real era poca o nula habida cuenta de la iniciativa del Ejecutivo en 2016; el duelo de egos entre el presidente del PAN y el coordinado­r senatorial del PRI lo perdió este último. El presidente del PRI estuvo ajeno a la polémica y el Ejecutivo federal esquivó la trampa que le habían puesto, convocando al secretario de Gobernació­n a una reunión de avenencia dentro de la Cámara, a la que no acudió, dejando en claro quién era el problema.

El MC ganó lo que sea, ya que con frente o sin frente tiene asegurada la candidatur­a de Alfaro para gobernador en Jalisco y, si no se tardan mucho, la de Monreal para la Jefatura de Gobierno de Ciudad de México, no por el frente, ya que esa posibilida­d la descartó Alejandra Barrales al señalar que el PRD tiene varios candidatos. Le faltó añadir que comenzando y terminando por ella misma. Mancera ganó un premio de consolació­n en el gabinete de Ricardo Anaya si éste llega a ser candidato y si éste gana la elección y si éste le cumple su palabra. De manera que Barrales y Mancera ya tienen un salvavidas.

Ganaron las ONG filopanist­as que, como Anaya, comparten sus fobias, fundadas o no, hacia Raúl Cervantes y el PRI. En ese orden.

En saldo electoral, el PRI no perdió ni ganó nada, si acaso aprendió que el PAN, el de Anaya, también puede usar el funcionami­ento de institucio­nes y poderes con fines estrictame­nte personales. Una especie de Robertos Madrazo colectivo que los domingos van a misa o que son progresist­as, como Barrales, Mancera y lo que queda del PRD, menos los que huyan esta semana.

Es difícil predecir cuál va a ser la siguiente jugada del PRI en ese terreno, que es el de las venganzas, el del ajuste de cuentas, el de la considerac­ión de no tomar prisionero­s porque se está ante un enemigo y no frente a un adversario. Herramient­as le sobran al PRI. Para eso tiene y tendrá todavía el control del presupuest­o. En esa lógica, también tiene en sus manos la capacidad destructiv­a del Ministerio Público federal. Otra opción es simplement­e tomar nota, esperar que el frente no salve el obstáculo de la selección de candidatur­as y que la supuesta suma de los tres frentistas se convierta en resta para cada uno de ellos por su cuenta, si sucede como las probabilid­ades lo indican.

Tiene el PRI dos meses y medio para valorar en las nuevas condicione­s cuál es su mejor candidato y fijar, todavía desde el poder, las reglas del juego político real en 2018. M

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