Milenio

SE PRESENTA EN EL HAY FESTIVAL QUERÉTARO La literatura, un juego irresponsa­ble: César Aira

El escritor argentino habla a MILENIO acerca de su humor, de sus vínculos con la poesía, así como del Premio Nobel que le auguró Carlos Fuentes

- Jesús Alejo Santiago/México

En La silla del águila, Carlos Fuentes auguró que el argentino César Aira recibiría el Premio Nobel de Literatura en 2020. Se acerca la fecha y, sin embargo, está convencido de que nunca recibirá uno de esos reconocimi­entos “porque cuando se dan, el jurado tiene que justificar­lo de algún modo y tienen que hablar de cosas que no son de literatura. “Tienen que decir ‘se trata de un autor de los derechos humanos’ o ‘de la soledad del hombre contemporá­neo’, y en mis libros no hay nada de eso. Nunca se ha dado el caso de que hayan dado el Premio Nobel porque alguien es un buen escritor, y aun en el caso de que lo hubieran dado, en realidad fue porque ‘representa­ba la soledad del hombre… etcétera’. Puede ser una condena de por vida”, responde el escritor, uno de los protagonis­tas del Hay Festival Querétaro. Se ha dicho que su obra apuesta por encontrar otro lado de lo que ya muchas veces se ha contado… En general no veo una continuida­d en lo que vengo escribiend­o; siempre trato de partir de cero, de no usar el impulso ya adquirido, sino empezar de nuevo. Eso es lo que pienso. En realidad continúo lo que ya vengo escribiend­o, pero mi intención no es buscar lo que hice ya como la semilla de lo que voy a hacer, sino tratar de hacer un corte y empezar con algo distinto. “No hay una búsqueda deliberada de hacer algo. Para mí la literatura ha sido un juego irresponsa­ble; no me la tomo muy en serio, como no lo hago con casi nada en la vida. Y sigo adelante”. Se ha hablado de humor en su obra. ¿Es deliberada su presencia? No, es tanto humor como ironía, como desapego, como no tomarse las cosas muy en serio, y hacer observacio­nes a contracorr­iente de asuntos que la gente se toma tan en serio, como la vida, la muerte, el amor. Todo lo paso por el tamiz de la ironía. Usarla suele verse como una forma de hacer una crítica de la sociedad… No en mi caso. Si acaso hago una crítica a la gente que se toma tan en serio las cosas, y con el tiempo lo he ido acentuando al ver a gente que se hace malasangre por la política o, peor aún, por un partido de futbol, porque siento que se están equivocand­o profundame­nte, que no hay que tomarse nada tan en serio.

“La literatura ha sido para mí ese plano un poco distanciad­o de la realidad, donde se van pintando las escenas de la imaginació­n, del sueño, del juego y de la felicidad. Podría citar esa frase famosa en la biografía del doctor Johnson, quien decía: ‘Muchas veces intenté el estudio de la filosofía, pero siempre me interrumpí­a la felicidad’. Esa es la historia de mi vida, aunque nunca intenté ser serio; si lo hubiera intentado seriamente, me habría interrumpi­do la alegría de vivir”. Aira es autor de títulos como El pequeño monje budista, Entre los indios, La prueba y La liebre, publicadas en Ediciones Era, pero también cuenta con su propia biblioteca en Penguin Random House. Decía que su obra es más poética que narrativa… Con el tiempo se ha ido volviendo más cercana a la poesía, pero no tanto entendida como imagen, sino a la estructura del género, a la falta de continuida­d que éste tiene. Considero que hay algo que se va aproximand­o a lo que escribo, se va saliendo de lo que era el relato convencion­al, el de un hecho que causa otro que es el efecto del anterior… para dispersars­e en distintas direccione­s, como lo haría la poesía. ¿Hay algo de poeta en César Aira? No lo hubo originalme­nte, porque muy joven tuve el discernimi­ento suficiente para saber que no había nacido poeta, pero que sí podía narrar. Ahora, casi al final del camino, me doy cuenta de que todo lo que hice fue como un largo rodeo para acercarme a esa poesía que de adolescent­e encontré como algo imposible. ¿Qué nos deja la literatura? El placer. Si la entendemos como un arte, qué nos enseña un cuadro de Picasso, qué nos enseña la música de Mozart. Por eso decía que comulgo con la opinión de un amigo que piensa que, a los lectores en general, la literatura no les basta, necesitan algo más. Si hay pura literatura, como es mi caso, no sirve. ¿Cómo han sido estos 30 años de escritura? Disfruto mucho escribir, lo que no es algo tan común entre los escritores. Lo disfruto como el juego que es para mí: escribo muy poco y muy lento, pero esa hora que le dedico —generalmen­te por las mañanas— a escribir no más de una página por día, me da mucho placer. “En cierto modo he sido un privilegia­do: alguien que ha vivido para el placer de un juego. Podría haber terminado como un vagabundo o como un mendigo, pero evidenteme­nte tengo mucha suerte”. m

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“Si acaso hago una crítica a la gente que se toma tan en serio las cosas”.
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