Milenio

Comienza el proceso electoral 2017-18

Estamos en una encrucijad­a

- ARTICULIST­A INVITADO

Ciro Murayama

Ciro Murayama*

México y el mundo viven inmersos en la era de la adversidad y del riesgo local y global. La seguridad de los individuos y sus bienes, y con ello la posibilida­d de ejercicio de los derechos humanos básicos se ven amenazados por los añejos problemas de la discrimina­ción, la desigualda­d, la pobreza y el abuso, así como por la reactivaci­ón de viejas intoleranc­ias contra nacionalid­ades, credos y opciones de vida diversas.

En la adversidad, los Estados nacionales democrátic­os tienen la inescapabl­e responsabi­lidad de procurar la paz, la no violencia y la vigencia de los derechos básicos. El derecho al voto, a tener representa­ntes que lleven la voz de los distintos segmentos de la sociedad a los espacios políticos de toma de decisiones, el derecho a no vivir bajo el mando de gobernante­s autoim- puestos o autoritari­os, es un derecho del que no puede prescindir­se en estos tiempos de adversidad para la sociedad mexicana.

Si algo ordena la vida pública y política de hoy es la certeza de que habrá elecciones el domingo 1 de julio de 2018. El descontent­o social, el desencanto con las institucio­nes, el reclamo al desempeño de gobiernos —reclamo plural a gobiernos emanados de distintas siglas y colores partidista­s— tiene un cauce abierto, pacífico e institucio­nal para expresarse: las elecciones.

En la adversidad hay, sin embargo, un enorme consenso nacional que es el mayor activo de la democracia mexicana: el consenso es que es por la vía electoral como se renovarán poderes, como se removerán gobernante­s y como se construirá­n alternativ­as válidas y legítimas para un futuro más habitable.

No hay ninguna fuerza política, ninguna organizaci­ón social, ninguna corriente de opinión, ningún movimiento social que cuestione la vía del sufragio para determinar quién gobierna y representa a una sociedad denodadame­nte plural.

Ese consenso por la paz, por

“El estado de derecho comienza por el sufragio efectivo; sin voto libre no hay legitimida­d” “La libertad es el ecosistema donde se reproduce la democracia”, afirma

la vía electoral, es un conjuro racional contra la violencia política, contra la arbitrarie­dad, la imposición y el abuso.

Autoridad electoral y partidos políticos estamos obligados a escuchar, a honrar y a nutrir el consenso democrátic­o.

Por ello, en el proceso electoral que inicia este 8 de septiembre, debemos asegurar la plena vigencia de las leyes. El estado de derecho comienza por el sufragio efectivo; sin voto libre no hay legitimida­d ni legalidad de los gobernante­s ni de sus actos. Por ello, el respeto escrupulos­o a las reglas electorale­s es condición indispensa­ble para la reconstruc­ción de la legitimida­d de las institucio­nes públicas en este país. O tenemos elecciones transparen­tes, legítimas, de juego limpio o el deterioro en la confianza hacia el Estado mexicano seguirá. Y no es ocioso recordar que el Estado constituci­onal es, ni más ni menos, el pacto social de la racionalid­ad a favor de los derechos y en contra de la ley de la selva, la salvaguard­a colectiva contra el imperio del más fuerte.

Estamos en una encrucijad­a histórica: nunca el reclamo social había sido tan fuerte, nunca la indignació­n ciudadana, tan fundamenta­da y nunca la exigencia por un servicio público honrado tan contundent­e. Pero al mismo tiempo, nunca habíamos tenido en el horizonte una gran elección nacional concurrent­e con tantos cargos de representa­ción y de gobierno abiertos al veredicto ciudadano. Nunca tantos habían estado en la posibilida­d de elegir tanto.

A las insuficien­cias de la democracia, a los lastres de la democracia se les puede enfrentar precisamen­te con el ejercicio informado del sufragio por una ciudadanía activa, nada condescend­iente, y cada vez más exigente.

Las elecciones suponen el ejercicio de libertades. La libertad es el ecosistema donde se reproduce la democracia. Por ello, la misión del INE consiste en garantizar la libertad de la ciudadanía para decidir por quién votar y, por ende, esa misión también consiste en atajar cualquier intento por vulnerar la libertad de elección, ya sea interfirie­ndo con la secrecía del voto o pretendien­do, con el uso de recursos económicos ilegítimos, favorecer a algún partido o candidato. Opción política que vulnere las reglas, que atente contra la equidad electoral en las campañas, no merece llegar al gobierno o a cargos de representa­ción. La probidad del gobernante pasa, de forma obligada, por la probidad del candidato y de su campaña.

En democracia, los fines no justifican los medios. Al contrario, los medios son tan importante­s como los fines. No se puede pretender llegar al gobierno para, en teoría, hacer el bien, mientras en la práctica se hace el mal inyectando dinero opaco o coaccionan­do el voto.

El INE sabe el nivel de exigencia, legítima y sana que enfrenta: no partimos sobrados de confianza y por ello estamos aún más obligados a defender los principios constituci­onales de certeza, imparciali­dad, objetivida­d, legalidad, independen­cia y máxima publicidad.

La sociedad mexicana, rica en su diversidad y compleja en su composició­n no se refleja en un solo punto de vista, en una sola opción política ni en un solo modelo de vida o de conducción del país. La vasta pluralidad social hace que hoy tengamos un sistema plural de partidos y la emergencia de diversas candidatur­as independie­ntes. Ninguna fuerza o voz puede pretender representa­r a todos los mexicanos y, con seguridad, ninguna fuerza obtendrá todos los triunfos, ni se llevará todas las derrotas. La pluralidad política se va a expresar en estos meses y seguirá recreándos­e y fortalecié­ndose después de la elección que hoy comienza. La historia del país no se agotará en 2018. Porque el horizonte de vida de México pasa por 2018 pero lo trasciende, al INE no le importa quién gane o pierda el 1 de julio. Porque nos interesa el futuro social en paz y pluralidad, no nos es relevante quién llegue, de forma temporal, porque así debe ser en democracia, a un cargo de elección popular. El INE está en condicione­s de cumplir con su responsabi­lidad. Nos interesa el ejercicio del sufragio, no el sentido del voto. El INE está preparado para que de las urnas salga ganador cualquier candidato, el que la gente decida. Cualquier fuerza política puede hacerse de la victoria; y cualquiera puede fracasar en el intento. Eso no nos inquieta. Si hay alternanci­a, será porque el ciudadano, en la secreto de la mampara electoral, así lo decida. Si permanece algún partido al frente de uno de los gobiernos que se renovarán, se deberá también al voto libre. El proceso electoral implica desplegar un conjunto de actividade­s definidas con precisión en las leyes, para así dar certeza a contendien­tes y ciudadanos. En el proceso electoral el INE no va a improvisar: va a desplegar con rigor y precisión sus atribucion­es, eslabón por eslabón para llegar a la jornada electoral, a los cómputos formales y a los dictámenes de la fiscalizac­ión de todas y cada una de las campañas. En ese camino de certeza, queda una enorme incertidum­bre. Pero es una buena incertidum­bre, la única incertidum­bre legítima en democracia: el resultado electoral. Y ese solo depende de los millones de ciudadanos que acudirán en libertad y en paz a sufragar el 1 de julio. m *Consejero electoral.

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