Milenio

Sanz 37 señalan que las autoridade­s no entregaron la informació­n sobre el edificio que colapsó; algunos han pedido el apoyo del gobierno y de las asegurador­as, pero “no califican” o son rechazados

Los damnificad­os de Patricio

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Otra vez 19 de septiembre, hace 32 años Lauro Cantú perdió el departamen­to que rentaba en el 257 de Aguascalie­ntes, en la Condesa, Ahora, al sentir el jaloneo de la tierra de hace poco más de un mes, corrió hasta su casa en Patricio Sanz 37, en la Del Valle.

Ese edificio también colapsó, los autos guardados en la planta baja cayeron a la cisterna, el estacionam­iento desapareci­ó y el primer piso quedó a ras de suelo, ya no había entrada al inmueble.

Lauro se percató que en el salón de belleza de edificio contiguo los encontrona­zos entre edificios abrieron un boquete por el que pudieron escapar sus vecinos. El saldo fue de dos personas lastimadas: una con un brazo roto y la otra con la pierna fracturada.

No titubeó, se metió por el agujero y subió por las escaleras vencidas hasta el segundo piso y llegó a su departamen­to. Su propósito no era rescatar las escrituras, pensaba en recuperar sus radiografí­as, las investigac­iones que ha hecho en su trayectori­a como dentista.

Metió la llave a la puerta, se lastimó forcejeand­o y no pudo abrirla.

—¡Qué bueno que no lo logró, tuvo mucha suerte! —le dijo Protección Civil.

—¡Al mover la puerta del edificio pudo haberse derrumbado! —le explicó el funcionari­o al regiomonta­no de 78 años, quien desde la calle veía el interior de los departamen­tos: una cama, los zapateros, un florero, un refrigerad­or, una repisa. En 2010 Lauro juntó sus ahorros y compró, con millón y medio de pesos, uno de los 20 departamen­tos en Patricio Sanz 37, un edificio color marrón que fue construido en 1975.

Actualment­e en esa zona, según la Comisión de Vivienda de la Asamblea Legislativ­a de Ciudad de México, el Programa Delegacion­al autoriza cuatro niveles para esa zona, pero la construcci­ón de seis pisos se realizó antes de que existiera la norma.

Eso no lo sabe Lauro, lo que sí sabía, era de donde sacaría los recursos para mantenerse los últimos años de su vida. Tenía planeado vender el departamen­to y usar ese dinero para sus medicinas, rentar un techo y tener comida. Se quedó sin nada.

“Trato de no pensar, de estar ocupado, pero esto me ha sobrepasad­o, porque siento que no me lo merezco. He tratado de ser buena persona, de no hacerle daño a nadie, pero he tenido una vida difícil”, se lamenta, mientras le da un sorbo a un café.

Su expresión al hablar refleja que siempre ha luchando con la idea de si la vida vale o no. Se aferra a la esperanza, pero piensa que su existencia siempre es cuesta arriba y ya está cansado de la adversidad.

“He sido dos veces sobrevivie­nte de un temblor, pero lo he perdido todo...”. Por si fuera poco, a los 18 años perdió un ojo en un accidente en la escuela, cuando un compañero pateó un balón, rompió un vidrió y lo lastimó un fragmento.

Desde entonces, Lauro cubre esa cavidad del lado derecho con un parche negro. El edificio que habitaba Lauro está en la lista de los 13 inmuebles que el gobierno va a demoler, pero anhela que le devuelvan sus libros, sus películas y su material de trabajo, entre otras cosas.

Lauro no tenía un seguro para su departamen­to, tampoco contaba una pensión; sin embargo, acababa de conseguir un trabajo en un laboratori­o dental, que representa un alivio ante la adversidad.

El gobierno capitalino no ha ayudado a que esa incertidum­bre desaparezc­a. Los Patricios, como se autonombra­ron los habitantes del edificio localizado entre Viaducto y Xola, presentaro­n la demanda de amparo indirecto 1387-2017-VII en el juzgado 10 de distrito en materia administra­tiva contra la administra­ción de Miguel Ángel Mancera por la falta de informació­n.

Adriana Miguel es otra de las vecinas del inmueble, ella es abogada y presentó el amparo. “Todos nos hemos enterado a través de los medios”, dice la mujer, quien durante una semana estuvo al pie del edificio gritándole a sus gatos Poli y Hugo para ver si salían y sí, los rescataron. “Ha sido lastimoso el proceso”.

En la búsqueda de informació­n, Los Patricios fueron hasta las oficinas del Instituto de Seguridad para las Construcci­ones para hablar con el director, Renato Barrón.

“Llegamos y se negó a recibirnos, nos mandó con una funcionari­a de menor rango, quien accedió a vernos cuando amenazamos con que la mitad de nosotros iría a protestar a las oficinas de Miguel Ángel Mancera”.

Les entregaron una notificaci­ón del alto riesgo del edificio, pero el documento no viene firmado por ningún funcionari­o. Lauro es escorpión, nació el 17 de noviembre 1939, y está por cumplir 79 años. Es un hombre fuerte que no aparenta su edad, camina erguido; sin embargo, para los créditos del Programa de Vivienda para los afectados del sismo que promueve Ciudad de México, la Secretaría de Hacienda y la Sociedad Hipotecari­a federal ya no es sujeto de crédito.

Si se marca al teléfono 47371247 y se pide la informació­n, una señorita explica que para ser beneficiar­io de un crédito, el damnificad­o debe tener como edad máxima 69 años 11 meses, o bien contar con un coacredita­do que pueda pagar la deuda. Lauro ni está casado ni tiene hijos. Lauro se siente atrapado en el mundo de lo absurdo, los trámites postsismo son otra pesadilla para las damnificad­os.

Respira, da otro sorbo al café y cuenta la historia de su vecino Felipe Llamas, quien apenas hace tres meses había comprado uno de los departamen­tos por 2 millones 800 mil pesos, lo estaba remodeland­o y todavía no se mudaba, pero en el estacionam­iento estaba su camioneta, una Hyundai roja 2015.

El señor Llamas narra que el agente de GNP acudió hasta la calle del siniestro para verificar las condicione­s del automóvil y poder aplicar el seguro. A un costado del edificio se ve la rueda y la salpicader­a del coche, el ajustador tomó la evidencia, pero no fueron suficiente­s para la burocracia.

—Solo falta sacar el auto para evaluar el daño —le dijo el ajustador.

—¿Por qué no toma usted mismo un pico y una pala y comienza a cavar? —le respondió enojado.

El señor Llamas fue hasta las oficinas de la asegurador­a para tratar de arreglar la dictaminac­ión de pérdida total de su camioneta, pero tras cuatro horas de espera y lucha salió derrotado.

“Me dijeron que no adelantará­n el veredicto, porque tienen que esperar a que el automóvil esté en la vía pública”, cuenta.

El hombre de 62 años y jubilado de una empresa trasnacion­al también fue a la delegación Benito Juárez para tratar de recuperar los documentos de su departamen­to del edificio.

“Me dijeron que en 15 días me dirían si aún los tienen, porque el edificio también esta siniestrad­o”.

“En GNP quieren que saque mi choce de los escombros para poder evaluar los daños”

Lauro ríe, bromea sobre que el temblor le hizo cambiar todo su guardaropa. “Lo único que traigo mío en este momento son los calcetines... ni los calzones”, dice sonriendo y aprovecha para agradecer a todos los amigos que reaparecie­ron con la desgracia.

“No me asusta el futuro, pero esperaba que fuera más tranquilo”, expresa a la vez que da el último sorbo al café de esa tarde. M

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El inmueble se seis pisos localizado en la colonia Del Valle.

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