Inquilino de la Casa Blanca por Japón, China, Corea del Sur, Vietnam y Filipinas levanta dudas sobre su impacto real para la política y economía estadunidenses
El reciente viaje del
El presidente estadunidense Donald Trump terminó ayer una gira maratónica por Asia que, aunque se produjo sin contratiempos, tampoco dio lugar a ningún avance de importancia ni disipó la incertidumbre que envuelve su estrategia en esta parte del mundo.
Los dirigentes de la región rivalizaron en esfuerzos para atender al presidente estadunidense, especialmente sensible a los grandes fastos y los honores. “Fue una alfombra roja como nadie había visto nunca”, dijo Trump, visiblemente feliz, que calificó el viaje de “muy exitoso”.
Golf y cena de gala en Tokio, ópera y Ciudad Prohibida en Pekín para una “visita de Estado” y, en Seúl, un brindis presidencial en honor a un hombre que “ya está devolviendo su grandeza a América”.
El inquilino de la Casa Blanca, un novato en diplomacia y a quien no entusiasman los largos viajes, evitó dar pasos en falso y pareció bastante cómodo. Pero, más allá de las estudiadas fotos, sigue habiendo dudas sobre el impacto concreto de esta gira.
De Tokio a Manila, pasando por Seúl, Pekín y Hanói, el presidente septuagenario recalcó dos prioridades: acentuar la presión frente a la amenaza nuclear norcoreana y defender un mejor acceso a los mercados asiáticos para las empresas estadunidenses.
El proteccionismo del mandatario chocó con la defensa asiática del libre comercio
Pero el balance de estos 12 días, que se perfilará con el tiempo, podría ser modesto. “Si comparan el antes y el después de la gira asiática de Trump, nada ha cambiado verdaderamente [en la cuestión de Corea del Norte]”, explica a la AFP Go Myong-Hyun, del Asan Institute, un centro de reflexión con sede en Seúl.
Pekín, primer socio económico de Pyongyang, “no ha prometido nada nuevo [...] y se mantiene en su posición”, resume. Algunos expertos destacan, no obstante, que las conversaciones entre los presidentes de las dos primeras potencias mundiales podrían dar sus frutos a medio plazo.
“Xi Jinping recibió muy bien a Donald Trump, la relación entre ambos países es relativamente estable. En ese contexto, no rechazará en bloque las demandas de este último”, vaticina Cheng Xiaohe, profesor de la Renmin University, en Pekín.
Y, en el tema de los intercambios comerciales, ¿logró Donald Trump que cambie la situación, tras acusar a sus antecesores demócratas y republicanos de no haber sido suficientemente firmes durante décadas?
Pekín anunció su intención de ampliar el acceso de las empresas extranjeras a su sector financiero, pero los puntos de bloqueo siguen siendo numerosos. Consciente de no haber alcanzado concesiones espectaculares, el presidente estadunidense destacó un conjunto de contratos por valor de 300 mil millones de dólares.
Pero muchos de éstos no son más que cartas de intenciones y no alteran, a largo plazo, los déficits comerciales abismales de Estados Unidos. Cheng Xiaohe cree que estos contratos solo son “calmantes que ofrecen un respiro temporal en las disputas comerciales entre China y Estados Unidos”. En cualquier caso, en lo relativo a las relaciones geoestratégicas a largo plazo en esta región crucial para Washington, el viaje resultó decepcionante.
En un gran discurso en Danang, en Vietnam, que recordó a sus mítines de campaña, en los que se coreaba el lema “America First” (“Estados Unidos primero”), Trump presentó a su país como una víctima de los “abusos comerciales crónicos” y criticó con una inusual violencia los acuerdos multilaterales que “atan las manos” de Washington.
Para Ryan Hass, ex asesor de Barack Obama para Asia, el viaje presidencial reforzó la impresión de que “la región va hacia adelante y acelera, mientras que Estados Unidos mira desde atrás”.
Hass cita, en particular, la decisión de once países de Asia-Pacífico de poner en marcha el acuerdo de libre comercio (TPP) que Trump abandonó repentinamente, así como los llamados de Xi Jinping a abrazar una globalización “irreversible” que contrastan con el nacionalismo económico de su par estadunidense. m Una de las leyes de caza más permisivas de Estados Unidos entrará en vigor el sábado y permitirá a niños menores de diez años llevar sus propias armas en los bosques del estado de Wisconsin (centro noreste).
Docenas de estados de EU no impiden que niños pequeños cacen con supervisión adulta, pero la mayoría limita la cacería de animales grandes —como un venado o un oso— a los mayores de 12 años o más, dependiendo de la jurisdicción. La ley de Wisconsin elimina una restricción previa de diez años, permitiendo a cualquier niño llevar un arma de cacería si está acompañado por un adulto entrenado. Los pequeños podrán usar sus propias armas.
La Asociación Nacional del Rifle (NRA) y la de Cazadores de Osos de Wisconsin están entre los propulsores de la ley. La nueva ley fue firmada el fin de semana pasado por el gobernador republicano Scott Walker. La ley se hace efectiva al comienzo del período anual de nueve días de caza de venados en el estado.