Milenio

El inesperado éxito musical de Movimiento Ciudadano

- ÁLVARO CUEVA

Dígame, por favor, que usted también ya se fue de antro y que le pusieron la canción de Movimiento Ciudadano en la pista. ¡¿No se le hace la cosa más extraña del mundo?!

¿Por qué? Porque obviamente ese partido político no le está dando una lana a los bares y a las discotecas de México para que toquen su rola y porque no hay manera de que el INE acuse a sus miembros de algo malo.

Aquí está pasando algo espontáneo, sintomátic­o, delicado. ¡¿Qué?!

¿Qué tiene esto de espontáneo? Que nadie lo vio venir, que nadie lo provocó.

¿Qué tiene de sintomátic­o? Mucho. Recordemos que desde las elecciones del año pasado Movimiento Ciudadano ya había hecho otros esfuerzos musicales que pasaron sin pena ni gloria. Aquí mismo se los reporté.

¿Qué tiene de delicado? Que sí, ahí vamos todos a bailar al ritmo de esta melodía, ¿pero qué nos dice en términos electorale­s? ¿Qué aporta?

¿Cuál es la nota? Que Movimiento Ciudadano, un partido joven y pequeño, pudo más con su canción que otros políticos que están luchando por conquistar al pueblo cambiándol­e la letra, incluso, a joyas de la cultura popular como “La bamba”.

Pero hay algo todavía mejor o peor: esta rola podría catapultar a ese partido político a posiciones insospecha­das.

La razón es muy simple: aunque usted sea un hombre o una mujer con gran conciencia social, a la hora de votar una multitud poderosísi­ma selecciona la opción con más “recordació­n”.

Es decir, la primera que le viene a la mente por un bigote, por un color (como el naranja) o… ¡por una canción!

¿Qué hay detrás de esta historia de éxito? Una gran lección de comunicaci­ón política.

Sí, yo sé que los procesos electorale­s son algo serio pero hay algo en lo que debo insistir, con mucho respeto: las elecciones tienen un alto componente emocional, “deportivo”, de “espectácul­o”.

Y como en las emociones, y como en los deportes, y como en los espectácul­os, hay instrument­os que pesan más que las propuestas, que pesan más que las ideas.

A diferencia de lo que hicieron otros partidos en el pasado, como el PRD con su niña “cocinera”, Movimiento Ciudadano con su niño indígena nos robó el corazón. Ese pequeñito tiene encanto, gracia, talento, canta bonito, se mueve con ternura y es capaz de unir a jóvenes y viejos, a hombres y mujeres, a pobres y ricos, a cultos e incultos.

La canción es pegajosa y, por si todo lo que le acabo de decir no fuera suficiente, si uno analiza la letra, dice cosas interesant­es, positivas.

Aquí no hay odios, rencores, luchas de poder ni, lo más preocupant­e de todo, ese asunto como actuado de la mayoría de los mensajes de las precampaña­s.

Aquí hay algo que no le hace daño a nadie, “chistoso” y que, con dos o tres ajustes, se podría volver tan viral como “El pasito perrón” y como muchas otras “locuras” que millones de personas hemos compartido y hasta imitado en los últimos años.

¿Cuál es la lección de este fenómeno? Que tal vez México esté un poquito cansado de los spots políticos de toda la vida.

Que tal vez a los partidos les iría mejor si se ganaran nuestro corazón antes que nuestro cerebro.

Que puede más la diversión que la solemnidad. Que puede más el amor que el odio hasta cuando hablamos de poder. ¿O usted qué opina? M

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